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El Antiguo Testamento nos narra la historia del pueblo de Dios, los israelitas, antes de la llegada de su tan esperado Mesías, Jesucristo. A lo largo de su historia, tuvieron momentos buenos y malos: momentos en que obedecieron a Dios y momentos en que se desviaron del buen camino. Finalmente, se dividieron en dos naciones: Israel y Judá. Diez tribus formaron la nación de Israel y dos la de Judá.

Quiero centrar tu atención en uno de los capítulos más maravillosos de la Biblia, en mi opinión, 2 Crónicas 20, que nos habla de Josafat, rey de Judá. Josafat fue uno de los reyes piadosos que obedecieron al Señor y guiaron a su pueblo a seguir a Yahvé. Sin embargo, eran una nación pequeña, poco fortificada y, por lo tanto, muy vulnerable a sus enemigos.

En el capítulo 20 de 2 Crónicas, Josafat se encuentra a sí mismo y a su nación en una situación verdaderamente aterradora. Aquí están los primeros cuatro versículos de ese capítulo:

Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas le declararon la guerra a Josafat y alguien fue a informarle: «Del otro lado del mar Muerto y de Edom viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar, es decir, en Engadi». Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor.

Josafat se enfrenta a un grave dilema. Todo su ejército y todo su país podrían ser aniquilados por este ejército enemigo. Y está alarmado. ¿Quién no lo estaría? Pero observa lo que Josafat hace en su estado de alarma: decide consultar al Señor.

Podría haber consultado a sus asesores políticos. Sin duda, le habrían dicho que intentara hacer la paz con este gran enemigo y salvara su vida, incluso si eso significaba ceder el territorio. Podría haber consultado a sus asesores militares, quienes le habrían dicho que se retirara y saliera lo más rápido posible, porque no había forma de que pudieran derrotar a este gran ejército militar que venía contra ellos. Pero Josafat no consultó a personas ni a consejeros. Consultó al… Señor.

¿En dónde has estado buscando respuestas al enfrentarte a una situación imposible? ¿Es el Señor a quien primero recurres? Es sorprendente la frecuencia con la que hacemos todo lo demás menos consultar al Señor.

Esto debería ser lo primero que hagamos cuando no sepamos qué hacer: consultar al Señor. Observa que Josafat decidió consultar al Señor; se propuso hacerlo. Me imagino que sus sentimientos lo llevaban por diferentes caminos. Puedo creer que quería apresurarse y actuar de inmediato. Pero sabía que solo encontraría respuestas consultando al Señor, así que, sintiera o no ganas, decidió hacerlo.

Muchas veces, nos dejamos llevar por las emociones cuando nos enfrentamos a imposibilidades. Y nuestras emociones nos llevan a actuar precipitadamente, a huir, a buscar consejo de las personas equivocadas, etc. Si primero consultáramos al Señor, nos sentáramos con su Palabra y pidiéramos dirección, dedicáramos tiempo a orar para escuchar su voz, encontraríamos las respuestas que necesitamos.

Recuerdo que, en un momento de mi vida, hace muchos años, me enfrenté de repente a lo que en ese momento parecía una situación potencialmente desastrosa, y la verdad es que no sabía qué hacer. ¿Qué hice? ¡Llamé a mi mejor amiga y le pregunté qué hacer! No tiene nada de malo buscar el consejo de Dios en consejeros de confianza, pero ese no es el primer lugar al que deberíamos acudir, ¿verdad? Bueno, ¡cómo iba a saber dónde estaba ella! Esto fue mucho antes de que todos tuviéramos celulares, así que no podía contactarla. Simplemente marcaba una y otra vez su número, dando vueltas por la casa y enojándome con ella por no estar ahí cuando la necesitaba.

Fue uno de esos momentos de aprendizaje en mi vida, cuando pude escuchar la voz de Dios en mi cabeza diciéndome claramente: “¿Por qué la llamaste a ella antes de llamarme a mí?”. Me di cuenta de que no le había consultado al Señor; no había orado al respecto ni buscado la guía de Dios a través de su Palabra. Entonces, dejé de marcar y comencé a orar.

¿Cuántas veces has dicho algo como: “Bueno, ¿y ahora no puedo hacer nada más que orar”? Parece que tenemos la idea de que cuando lo hemos intentado todo y no podemos hacer nada por nosotros mismos, entonces oramos y luego consultamos al Señor.

Quizás te encuentres en esa situación hoy: necesitas consultar al Señor. ¿Ya lo has hecho? Asegúrate de que sea el primer paso; así sabrás qué otros pasos debes dar.

Bueno, cuando Josafat convocó al pueblo para consultar al Señor, nos dejó un ejemplo increíble de qué hacer cuando no se sabe qué hacer. En lugar de darse por vencido, convocó al pueblo, y quiero compartir la oración que hizo en ese momento, en los versículos 5-12.

En el Templo del Señor, frente al atrio nuevo, Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén  y dijo:

«Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! ¿No fuiste tú, Dios nuestro, ¿quién a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? Ellos la habitaron y construyeron un santuario en honor de tu Nombre, diciendo: “Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de la espada, o la plaga o el hambre, si nos congregamos ante ti, en este templo que lleva tu Nombre, y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás”.

» Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de Seír, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones. ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! Pero en ti hemos puesto nuestra esperanza»”

La respuesta de Josafat a su situación imposible nos da algunos principios maravillosos que podemos seguir cuando no sabemos qué hacer. Quiero señalar siete Rs que espero que recuerdes.

#1: Recitar quién es Dios.

Observa que lo primero que hace Josafat es recitar las características y la naturaleza de Dios:

Tú eres el Dios que está en el cielo. Tú gobiernas sobre todos los reinos de las naciones. ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! (2 Crónicas 20:6).

El primer paso de Josafat fue recordarse a sí mismo y a su pueblo acerca de Dios y su poder. Y tiene que ser nuestro primer paso también. Ya sabes, cuando te enfrentas a un dilema, tu mente está tan centrada en el problema, tan preocupada y frustrada, que realmente debes entrenarte para volver a lo básico. Debes pasar de estar centrado en el problema a estar centrado en Dios. Así que, Lo primero que debes hacer es recitar quién es Dios.

Ahora bien, esto supone que conoces bien a Dios, ¿no? Y eso significa que has hecho de conocer a Dios una prioridad en tu vida mediante la meditación diaria en su Palabra, la oración y la comunión con otros creyentes en una buena iglesia donde escuchas la proclamación fiel del evangelio. No puedes esperar a que surja la crisis para conocer a Dios. Conoce a Dios para que, cuando surja la crisis, estés listo y fortalecido para enfrentarla.

#2: Recuerda las grandes obras de Dios

Después de recitar quién es Dios, Josafat recuerda lo que Dios había hecho:

¿No fuiste tú, Dios nuestro, ¿quién a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? (2 Crónicas 20:7).

¿No es asombroso lo que hace tu memoria cuando estás en una crisis o cuando estás desanimado? Se requiere un acto de voluntad, recordar lo que debemos recordar. Pero es muy importante en estos momentos que recordemos a propósito los milagros de Dios en nuestras vidas, su fidelidad en el pasado, sus obras de antaño, como hizo Josafat. Esa es la segunda cosa que debemos hacer cuando no sabemos qué hacer.

Hace años, comencé a llevar un registro de mis peticiones de oración. Las escribía en mi diario de oración, y cuando Dios respondía, lo anotaba en él. Algunas parecían insignificantes, pero fueron importantes en mi vida. Otras fueron más trascendentales. La mayoría fueron respondidas por Dios, aunque no siempre de la forma que esperaba o que lo pedí. Algunas siguen abiertas; otras las he tachado de la lista. Pero ahora tengo un récord de páginas enteras de oraciones contestadas. Habría olvidado la mayoría de esas bendiciones si no las hubiera escrito. Pero ahora, con solo releer esa lista de oraciones contestadas, puedo recordar cómo Dios ha suplido mis necesidades en el pasado.

Recomiendo encarecidamente esta práctica, porque si no llevas un registro, es probable que olvides lo que Dios ha hecho por ti. Josafat y su pueblo necesitaban centrarse en cómo Dios los había liberado en el pasado para que su fe se fortaleciera y creyeran que Dios los liberaría de nuevo.

Así que, lo primero que debes hacer cuando no sabes qué hacer es recordar quién es Dios y luego lo que ha hecho por ti en el pasado. Ahora, hay cinco “R” más que aprendemos de Josafat. Escucha la segunda parte para ver el resto de la lista.