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La mayoría de nosotros respetamos lo suficiente nuestro cuerpo como para no golpearnos la cabeza contra las paredes, ¿verdad? Y, sin embargo, podemos estar infligiéndonos sufrimiento de otras maneras que son aún más dañinas y tontas.

Ayer vimos cómo la amargura es siempre un sufrimiento autoinfligido. El segundo es la autocompasión. ¿Has tenido alguna fiesta de autocompasión últimamente? ¡He llegado a la conclusión de que las fiestas de autocompasión son lamentables! ¿Por qué?

Primero, porque casi siempre, las fiestas de autocompasión te hacen perder el tiempo. Recuerdo una ocasión, hace mucho tiempo, en la que alguien hirió mis sentimientos y pensé: “No voy a hacer nada esta noche; tengo derecho a no hacer nada y a sentir lástima por mí misma”. Entonces me di cuenta de que el enemigo estaba tratando de obstaculizarme tentándome a hacer una fiesta de autocompasión. Fue entonces cuando comencé a darme cuenta de lo lamentables que son las fiestas de auto lástima.

Las fiestas de autocompasión no solo te hacen perder el tiempo, sino que también te hacen perder la energía. La autocompasión te agota. Gastas mucha energía emocional cuando sientes lástima por ti mismo. Eso significa que no tienes energía para otras cosas que son importantes.

Otro resultado de la autocompasión es que afecta tu desempeño. Disminuyes el ritmo, pierdes la motivación, haces tu trabajo a medias o, tal vez, ¡simplemente renuncias!

Si estás cansado del sufrimiento autoinfligido de las fiestas de autocompasión, aquí tienes algunas sugerencias:

Cambia tu actitud sobre las fiestas de auto lástima.

Pídele a Dios que te dé una ira santa por las fiestas de autocompasión, que las veas como Él las ve y que te canses de sentir lástima por ti mismo.

¡Niégate a pensar en las malas noticias!

En Filipenses 4:8 se nos dice que pensemos en cosas que son de importancia Buenas noticias. Por lo general, cuando nos auto compadecemos, estamos pensando en algo malo. Me ha ayudado mucho decirme a mí misma: “Mary, deja de pensar en las cosas malas. Piensa en algunas cosas buenas”.

Piensa en Jesús y en todo lo que soportó.

Hebreos 12:2 dice: fijemos los ojos en Jesús… Por un deseo de tu parte, deja de pensar en mí, pobre de mí, y piensa en Jesús; fija tus ojos en él. Piensa en lo que él sufrió por ti, y te dará vergüenza sentir lástima por ti mismo.