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Presentado por Lauren Stibgen

Creo que la mayoría de nosotros hemos tenido momentos de duda sobre nosotros mismos. Ese momento en el que cuestionamos profundamente una decisión o las palabras que usamos en una reunión o en una discusión con un amigo. Tal vez nos sintamos como un impostor. El síndrome del impostor surgió por primera vez en la década de los 70´s. Aunque noté que tanto los hombres como las mujeres pueden experimentar sentimientos asociados con el síndrome del impostor, la investigación se basó en un estudio sobre cómo los patrones familiares contribuyen a estos sentimientos en las mujeres. Los investigadores, Clance y Imes, descubrieron que estos patrones nacieron de la comparación entre hermanos, y en el extremo opuesto de estas mujeres estaban los padres que elogiaban excesivamente los logros y apoyaban las conductas perfeccionistas. Básicamente, la autoestima es igual a los logros. En realidad, no importaba si la duda sobre uno mismo era causada por la comparación o por una atribución excesiva de la autoestima a los logros. Ambos casos tenían el mismo impacto.

También hay algunos rasgos de personalidad innatos que contribuyen al síndrome del impostor. Entre ellos se encuentran la baja autoeficacia (una baja percepción de la propia capacidad de éxito), el perfeccionismo (pensar demasiado en una situación o en las propias palabras), el neuroticismo (que está vinculado a una mayor ansiedad, tensión o culpa) y la ansiedad social (sentirse como si no pertenecieras a un entorno social).

Los sentimientos del síndrome del impostor representan una brecha entre tu propia autopercepción y la forma en que los demás te perciben. Por ejemplo, si alguien te elogia, es posible que no creas lo que dice o sientas que realmente te has ganado el mérito o el ascenso. Reproducir estos sentimientos una y otra vez puede llevarte a un patrón de exceso de trabajo en el que sientas que necesitas hacerte digno del puesto que tienes, compensar lo que te falta de inteligencia o incluso esconderte de los demás cuando te sientes más vulnerable.

Yo diría que estos sentimientos de duda sobre uno mismo han aumentado enormemente con la aparición de las plataformas sociales que se utilizan para mostrar nuestra vida personal y profesional. Vivimos en un mundo de selección: pensamos en cómo nuestros comentarios o imágenes “encajan” en cualquier entorno social o profesional en el que nos encontremos. LinkedIn ya no es el currículum digital que solía ser. Es una plataforma para el liderazgo de pensamiento donde los algoritmos se alimentan de impresiones, me gusta y comentarios. Charlas TED, anuncios de nuevos libros, una conferencia, un nuevo puesto, un ascenso. Todo se anuncia en nuestra vida profesional.

¿Qué pasa cuando este síndrome del impostor se cuela en nuestra fe? ¿Asistes al servicio el domingo sintiéndote diferente a los demás? ¿Tal vez no estás adorando como todos los demás, o te resulta difícil entender el mensaje? ¿Te sientes como si estuvieras afuera mirando hacia adentro? O tal vez sea lo opuesto. Sirves en muchos equipos en la iglesia. Formas parte de un grupo pequeño de mujeres y de un grupo de parejas. Diriges un ministerio estudiantil, exagerándote para superar la sensación de que no tienes todo bajo control en tu fe cristiana…

Una búsqueda en Google del síndrome del impostor mostrará muchos artículos de las principales revistas de negocios. De hecho, Harvard Business Review publicó un número completo de su revista titulado “Cómo superar el síndrome del impostor” en mayo de 2023. Hay innumerables libros que ofrecen “soltar” o una “cura” para este grupo de sentimientos estrechamente relacionados con el trabajo. ¡Todo esto suena muy agotador!

Lo que me encanta de la Palabra de Dios es que siempre puedo encontrar a alguien a quien Dios ha usado para la gloria de su reino que encarna todo lo que veo en el mundo de hoy. Esto incluye el síndrome del impostor. El rasgo innato de la personalidad de baja autoeficacia o el bajo sentido de la propia capacidad para el éxito, se puede ver en la historia del Antiguo Testamento de Moisés. En Éxodo 2, aprendemos que Dios ha escuchado los gritos de los israelitas en Egipto. Dios llama a Moisés por su nombre, en Éxodo 3:4. Lo que sucede a continuación es nada menos que algo que resuena profundamente en mí. Moisés es llamado por Dios para hacer algo y pasa mucho tiempo diciéndole a Dios que él no es el hombre adecuado para el trabajo.

Éxodo 3:10-11, Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo. Pero Moisés dijo a Dios: —¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?

Entonces Dios le dice a Moisés su nombre: YO SOY.

La siguiente refutación de Moisés a Dios está en Éxodo 4:1 ¿Qué pasa si no me creen ni me escuchan y dicen: “El Señor no se te apareció”?

Después de esta refutación, Dios le da a Moisés la capacidad de hacer cosas milagrosas, como convertir su vara en una serpiente y hacer que su mano leprosa vuelva a sanar.

Sin embargo, Moisés sigue lleno de viejos estados de baja autoeficacia en Éxodo 4:10: “—Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este siervo tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar.”.

Le implora al Señor que envíe a alguien más. ¡No a mí, Dios!

Si quieres leer este diálogo entre Dios y Moisés, puedes leer a Éxodo capítulos del 2 al 6, y ver que Dios escucha la petición de Moisés y envía a su hermano Aarón para que esté a su lado.

No sabemos qué atormentaba físicamente a Moisés. Muchos dicen que puede haber sido un impedimento en el habla, pero fuera lo que fuese, Moisés no se sentía capacitado y estaba lleno de dudas sobre sí mismo. Tanto es así que, incluso equipado con el nombre de Dios, los dones de Dios de obras milagrosas como un bastón que se volvía con una serpiente y la seguridad de que Dios estaría con él, Moisés seguía vacilando.

Me encanta esta historia de Moisés porque me recuerda a mí. Hay muchas veces que no me siento calificada para el lugar al que he sido llamada, y pronto olvido cómo Dios promete equiparme para toda buena obra.

2 Timoteo 3:16-17 dice: Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

La Palabra de Dios refuta todos los sentimientos que acompañan al síndrome del impostor, pero la verdad es que, como Moisés, no somos Dios y, aunque estemos en Cristo, seguimos pecando. Por lo tanto, a pesar de la bondad que podemos experimentar en la Palabra de Dios, el síndrome del impostor todavía puede aparecer. Pero la frecuencia y la cantidad de tiempo que pasamos en la Palabra de Dios realmente pueden ayudarnos. De hecho, un estudio reciente del Centro para el Compromiso con la Biblia indica que quienes están en la Palabra 4 veces por semana o más, pueden ver una reducción de entre el 14 y el 60 % en sentimientos como el miedo y la ansiedad.

La primera forma en que podemos combatir estos sentimientos es descansando en el evangelio. Hemos visto cómo el rendimiento excesivo y el agotamiento por mantener las apariencias pueden ser parte de nuestra naturaleza para combatir los sentimientos de impostor. Pero somos completamente amados y aceptados por Dios en Cristo Jesús.

Sencillamente, somos amados profundamente por Dios, tanto que envió a su único Hijo a morir en la cruz por nuestros pecados.

En lo que respecta al trabajo, Colosenses 3:23 nos dice que debemos trabajar como para el Señor y no para los hombres. Por lo tanto, mantener nuestros corazones enfocados en cuánto somos amados por Dios y centrar nuestro trabajo en él, puede ayudar a desviar la atención de las ansiedades que podamos estar sintiendo. Si seguimos pensando así, también sabemos que Dios no quiere que hagamos cosas sin depender de él. Nos promete descanso.

En Mateo 11:28-30 Jesús dice: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana»

Jesús no quiere que hagamos todo esto solos.

2 Timoteo 17 también nos dice que Dios nos equipa para toda buena obra. Es Dios quien nos equipa. Así que, cuando te sientes un fraude, en cierto modo estás cuestionando el equipamiento que Dios te está dando. Además, me gustaría pedirte que pienses en la verdadera definición de fraude: el nuevo Diccionario Oxford define el fraude como un engaño ilícito o criminal destinado a obtener una ganancia financiera o personal.

¿Realmente estás haciendo tu trabajo con una intención incorrecta o criminal? Reformulando la pregunta, ¿vas a la iglesia con una intención incorrecta o criminal?

También debemos considerar la belleza de la providencia de Dios y la verdadera identidad que nos ha dado. Para los que están en Cristo Jesús, no existe la suerte ni las casualidades. Las cosas que nos suceden en el trabajo o en otros lugares, no es que ocurran en el lugar correcto, en el momento correcto o son consecuencia de la mala suerte. Dios hace que cada momento de nuestras vidas se cumpla; ha prometido todo esto para cada uno de sus creyentes antes de tiempo.

Efesios 2:10 dice: Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.

Tú y yo somos de él. Su obra. Y todo ese trabajo, Él lo preparó para nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es caminar en él sabiendo que la mano divina de Dios nos hizo para los momentos que Él creó.

Dios te eligió para que des fruto para Él.

Juan 15:16 dice: “Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos…”

Todo esto apunta a otro problema que enfrentan muchas mujeres cristianas trabajadoras, y es su identidad. Si andas por ahí sintiéndote como una impostora, es probable que estés olvidando tu identidad según Dios. Vemos algunas de las formas en que Dios nos identifica: Su obra, somos elegidas.

¿Pero qué más? Les digo a las mujeres con las que estoy en comunidad que recorran la Biblia para encontrar versículos específicos que sean significativos para ellas con respecto a la identidad que Dios les dio, pero algunas de mis palabras de identidad favoritas son: embajadora, santa, amada, testigo de Dios.

Volvamos por un momento a esos libros y artículos sobre el síndrome del impostor. Sus consejos no son malos, pero te sugeriría que lo mires a través de una lente de fe.

En la práctica, es importante reconocer que tienes estos sentimientos. Te sugiero que se los confieses a Dios. A Dios le encanta escucharte en oración. Y si reprimes tus sentimientos, ¡puedes sentirte peor!

El Salmo 32:3 dice: “Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día.”

¡No te quedes callada! Especialmente con Dios.

¡Encuentra una comunidad de amigos fieles con quienes puedas compartir tus sentimientos y que puedan orar contigo! Estas conexiones pueden ayudarte a ver tus fortalezas y animarte. No estamos destinados a hacer todo esto solos. Esta comunidad también puede hacerte responsable de estar en la Palabra de Dios.

No te compares. Esto es muy difícil, pero descansa en el hecho de que Dios te creó y predestinó tus pasos. Una de nuestras amigas aquí en The Christian Working Woman, Peggy Bodde, tiene consejos maravillosos y prácticos en su libro Sacred Work. ¡Nos recuerda que Dios quiere que digamos la verdad sobre nuestros logros!

Pero, si tu te encuentras que los sentimientos de ansiedad o incluso depresión se han arraigado profundamente, no hay nada más que Dios quiera, que tu recibas la atención adecuada que necesitas profesionalmente.