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¿Alguna vez ha sufrido un trato perjudicial? Viene en todas las formas, y parece que este mundo está lleno de eso. Estoy bastante segura de que todos ustedes saben lo que es vivir en un mundo lleno de prejuicios y odio, donde las personas son difamadas y maltratadas por el color de su piel o su herencia cultural. Vivimos en un mundo que está lleno de injusticia, donde la justicia y el juego limpio son bienes escasos.

Juan escribió a la iglesia en Pérgamo en Apocalipsis 2:13a: “Sé dónde vives: allí donde Satanás tiene su trono. Sin embargo, sigues fiel a mi nombre”. Estamos viviendo en el territorio de Satanás, y uno de sus trucos más efectivos es crear prejuicios entre las personas.

Como creyentes, debemos escudriñar nuestros corazones y actitudes y asegurarnos de no albergar ningún tipo de prejuicio que nos lleve a tratar a las personas de manera injusta e hiriente. Puede ser que tus padres te enseñaron a tener prejuicios y necesitas limpiar esa enseñanza equivocada. O tal vez has desarrollado tu propio prejuicio hacia ciertas personas o ciertos tipos.

No debe haber rastro de ningún tipo de prejuicio racial entre los cristianos. Deberíamos ser daltónicos. ¿Tienes amigos de otra raza? ¿Tienes comunión con creyentes de otra cultura? Si no, te estás perdiendo algunas bendiciones maravillosas y enriquecedoras en tu vida.

Ya sabes, estas actitudes perjudiciales pueden ser muy sutiles. Por ejemplo, aunque sabemos que la homosexualidad es un pecado, no debemos tener actitudes perjudiciales hacia las personas que son homosexuales. Son personas, creadas por Dios, amadas por Dios, y no debemos esquivarlas por su estilo de vida. Muchos cristianos no han entendido que se puede odiar el pecado, pero amar al pecador. Gracias a Dios que es verdad, porque todos somos pecadores y, sin embargo, Dios nos ama.

¿Tiendes a tratar mejor o peor a las personas en función de cómo se visten, qué tan inteligentes son o si son personas importantes o no? Ese es un trato perjudicial, y no es bíblico.

Es difícil vivir en este mundo y no dejarse atrapar por prejuicios de un tipo u otro porque están a nuestro alrededor. Pero al igual que la iglesia de Pérgamo, Jesús sabe dónde vivimos y quiere que nos mantengamos fieles a su nombre, a sus normas, a su camino en medio de todo ese prejuicio. Podemos hacerlo, porque tenemos su poder para hacerlo en nosotros. Recuerda, él sabe dónde vives.