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Sabes, cuando llegue al cielo una de las primeras personas con las que quiero hablar es con el apóstol Pablo, porque quiero preguntarle si hablaba en serio acerca de algunos de esos versículos que escribió. En particular, el que dice: No se preocupen por nada” (Filipenses 4:6), y este que estamos viendo hoy: “Se amables con todos”. Ese versículo se encuentra en 2 Timoteo 2:24, que dice: Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse.
Como dirían en el viejo oeste, eso es “una tarea muy difícil”, ¿no estás de acuerdo? Si somos amables con todos, eso incluiría a los extraños, a las personas que nos irritan, a las que no hacen lo que se supone que deben hacer, a las que son lentas, a las que no aprecian ninguna amabilidad que les mostremos y nunca la dan, gente que no merece nuestra amabilidad.
Sabes, no es gran cosa ser amable con las personas que te agradan, aquellos que son agradables contigo. Incluso el corazón más duro normalmente puede hacer eso. Jesús dijo en su Sermón del Monte. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? (Mateo 5:46). ¿Pero ser amable con TODOS? ¿Es eso posible?
Recuerdo una ocasión en la que un compañero creyente fue muy cruel con cierta persona. La razón era simplemente porque no le gustaba cierto tipo de personas debido a prejuicios de la infancia y algunas experiencias propias desagradables. Entonces, cuando esta persona entró por la puerta, realmente fue cruel con ella. Sin embargo, momentos después cuando entró otra persona, más de su agrado, fue muy amable y cordial con ella.
Me molestó mucho ver que esto sucediera dentro del Cuerpo de Cristo; y, sin embargo, tu y yo sabemos que esto sucede con mucha frecuencia. Somos amables con aquellos que nos convienen, pero a menudo somos crueles con aquellos con quienes, por cualquier motivo, no nos sentimos inclinados a ser amables.
No pasaron muchos días después de esto, cuando me encontré haciendo el mismo tipo de cosas. Me estaba registrando en un hotel y la recepcionista no fue eficiente. Ella estaba tardando demasiado y se mostraba muy indiferente ante todo y eso me irritaba. Después de todo, pensé, aquí el cliente soy yo. Ella me está molestando. ¿Por qué no puede simplemente hacer su trabajo y hacer que me registren sin toda esta demora innecesaria?
Y mientras estaba allí, aunque no dije nada inapropiado, la expresión de mi rostro, el tono de mi voz y todo mi lenguaje corporal enviaron el mensaje alto y claro, y no fue un mensaje amable. Podía sentir que ella era consciente de mi actitud poco amable.
Mientras me alejaba, el Espíritu Santo vino a mí. ¿Por qué no pude haber sido amable con ella? Todo lo que necesitaba de mí era una mirada diferente, unas cuantas palabras bonitas y podría haberle mostrado algo de amabilidad. Pero solo porque ella no actuó como yo pensé que debería hacerlo y me sentí un poco incómoda, fui cruel.
Como suele ser el caso, me irrité porque mis derechos fueron violados, mi agenda se vio ligeramente interrumpida, mis planes se retrasaron mínimamente.
Luego me di cuenta de que quizás las personas con las que me resulta más difícil ser amable son los extraños, las personas que no conozco y con las que tengo interacciones muy breves. A veces es simplemente porque mi mente está muy preocupada por otras cosas y simplemente no me tomo el tiempo para ser amable. A veces es porque no me gusta lo que están haciendo. Pero cualesquiera que sean las causas, no hay excusas legítimas. El siervo del Señor debe ser bondadoso con todos.
Estaba leyendo en Marcos 6 donde Jesús intentaba escapar con sus discípulos a un lugar solitario para descansar. Tal como estaban las cosas, ni siquiera podían encontrar tiempo para comer porque había tanta gente yendo y viniendo. Entonces, se subieron al bote para escapar de la multitud, pero eso no funcionó. La multitud los siguió, y cuando el barco atracó, ellos ya estaban allí esperándolos. Cuando Jesús los vio, leemos que “tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6:34).
Pensé: “Señor, eres increíble. Estabas exhausto y tus discípulos también estaban exhaustos y sabías que necesitabas un poco de descanso y que esa gente no te dejaría en paz. Sin embargo, cuando los viste, no fuiste en absoluto cruel con ellos. Tuviste compasión de ellos”.
Jesús fue amable con las personas que le hacían la vida difícil, que alteraban sus planes y cambiaban su programa. Personas que en muchos casos lo seguían sólo por lo que podían obtener: una comida gratis, la curación de un problema físico. En muchos casos sus motivos eran egoístas. Muchos simplemente sentían curiosidad. Estoy bastante segura de que, conociendo sus corazones, Jesús sabía que muchos de ellos no merecían su compasión y bondad. Sin embargo, fue amable. Vio su estado de impotencia y desesperanza (ovejas sin pastor) y fue amable.
En mis varios viajes misioneros al este de África, la mayoría de las personas que conocí fueron amorosas y amables. Pero conocí a algunos que no eran muy agradables, que eran codiciosos y crueles. Y simplemente me recordó que no importa dónde sirvamos al Señor, encontraremos personas con las que no es tan fácil ser amable. Incluso puede resultar difícil ser amable con las personas cristianas. Si sólo mostramos bondad cuando la gente lo merece, no mostraremos mucha bondad y no habrá recompensa en el cielo por eso.
Ya sabes, a veces somos poco amables con las personas más cercanas a nosotros, con las que interactuamos a diario, como familiares, amigos y compañeros de trabajo. Quizás simplemente nos olvidamos de practicar la amabilidad con estas personas o, no hace falta decirlo, a veces también puede resultar difícil ser amable con ellas.
Esta actitud de ser amable con todos es absolutamente contraria a lo que escuchamos a nuestro alrededor en nuestra sociedad humanista. Por eso nos ofrece una oportunidad tan tremenda de demostrar el amor de Jesús, porque es extremadamente raro encontrar personas que sean amables con todos.
Ahora bien, por supuesto, ser amable con todos no significa que seamos dulces con todos, ni que nos comportemos de manera hipócrita. Jesús fue muy directo con algunas personas. Nunca pretendía aprobar un comportamiento incorrecto. A veces lo más amable que podemos hacer es decirle a alguien la verdad. Creo que hay momentos en que la amabilidad nos llevará a ser muy francos y muy directos. Sólo tenemos que vigilar de cerca nuestros motivos. ¿Lo hacemos porque estamos enojados o porque queremos ayudarlos?
¿Cómo podemos empezar a ser amables con todos? Bueno, no esperes hasta que te apetezca porque nunca lo harás. Empieza por hacer una lista de las personas con las que te resulta difícil ser amable. Estoy segura de que hay algunas personas específicas en tu vida que tan pronto como entran en la habitación, sientes ese nudo en el estómago y nada en ti quiere ser amable con ellas. Quizás, como mi amigo, tu tiene prejuicios hacia grupos de personas y trasladas esos pensamientos perjudiciales a acciones poco amables. Quizás, como a mí, te resulte difícil ser amable con los extraños. Haz una lista.
Luego, convierte esas áreas en objetivos de oración específica intensificada. Pídele a Dios que te ayude a ser amable con esas personas. Pídele que lo mantenga en primer lugar en tu mente. Pídele que te dé el poder de hablar y actuar con bondad hacia ellos, aunque no lo merezcan, o no tengas ganas de hacerlo, o ellos no lo aprecien. Explícaselo todo a Dios.
Memoriza algunos versículos, como 1 Tesalonicenses 5:15: Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no solo entre ustedes, sino a todos. Y 2 Timoteo 2:24, que ya he citado. Luego está lo que aprendimos en la Escuela Dominical, Efesios 4:32: Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Recita estos versículos diariamente. Colócalos en tarjetas frente a ti o en tu teléfono o protector de pantalla. Haz que sea una alta prioridad pensar en ser amable con todos.
Luego, ora por las personas con las que te resulta difícil ser amable. Eso hará mucho para cambiar tu actitud hacia ellos.
Ahora, con todo eso, simplemente mira lo que comienza a suceder en tu vida a medida que pones en práctica este principio de ser amable con todos. No es misión imposible; Dios no nos da principios que están más allá de nosotros. Eso es porque tenemos el Espíritu Santo dentro de nosotros para darnos su poder para cumplir estas misiones imposibles. Si sigues estos sencillos pasos que te sugerí, verás cambios tremendos en tus actitudes hacia tus compañeros de trabajo, jefes, amigos, familiares y, sí, incluso hacia los extraños.
Te desafío a unirte a mí para buscar aplicar esta verdad a tu vida.