Play

“¿Quién soy yo? Esta es una pregunta que te has hecho y respondido de cientos de maneras diferentes.  Pero como cristianos necesitamos saber quiénes somos en Cristo. ¿Cuál es nuestra identidad como creyentes nacidos de nuevo?  No creo que muchos de nosotros realmente comprendamos la más mínima idea de quiénes somos en Cristo. Tal vez no se ha enseñado como debería ser o de alguna manera, no entendemos lo que significa. Los hechos son que necesitamos tener esa identidad arraigada en nuestros corazones y mentes.

La Biblia usa diferentes analogías y tipos para enseñarnos quiénes somos en Cristo. Quiero contarles brevemente sobre tres de ellos:

  1. Somos llamados el EDIFICIO de Dios

1 Corintios 3:9: ” Pues ambos somos trabajadores de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.”

El propósito de un edificio es proporcionar vivienda, y nuestros cuerpos se conocen como el templo del Espíritu Santo.  Jesús dijo que él permanecería en nosotros (Juan 15:4).  Juan escribió: “Así sabemos que en él vivimos y él en nosotros: nos ha dado su Espíritu” (1 Juan 4:13).

Cuando te das cuenta de que tu cuerpo alberga el Espíritu Santo del Dios Viviente, sabes que tienes poder; sabes que nunca estás solo; sabes que tu vida debe mantenerse pura y limpia porque el Espíritu Santo está morando constantemente en ti.

Solía hacer mucha capacitación empresarial, principalmente enseñando habilidades de servicio al cliente y comunicación. En realidad, estaba enseñando a las personas a tratar a los demás de la manera en que les gustaría ser tratados.  Es el principio bíblico que llamamos “La Regla de Oro”, y es la mejor política que cualquier empresa podría tener para establecer un buen servicio al cliente.

Pero a menudo me sentía un poco culpable enseñando a personas que en muchos casos no eran creyentes a realizar su trabajo con cuidado y con compasión por los demás sin poder decirles de dónde viene el poder para hacerlo. No tendría ese tipo de corazón para los demás si no fuera por el Espíritu Santo que mora dentro de mí.  Debido a que soy el EDIFICIO de Dios, tengo poder para hacer y ser lo que sería imposible de otra manera. Y lo mismo es cierto para ti, por supuesto, si eres un seguidor de Cristo.

Recuerda, al salir a tu mundo laboral, que eres un edificio de Dios, una casa para que el Espíritu de Dios habite.  Hará una diferencia en cómo te sientes acerca de ti mismo y cómo respondes a tus circunstancias.