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Estoy examinando lo que puedes hacer cuando has sido herido: cómo lidiar con el dolor que permanece. Ayer señalé que el dolor que sentimos reside en nuestra mente, en nuestros patrones de pensamiento. Por lo tanto, para liberarte del dolor, debes cambiar tus pensamientos. La Biblia dice que debemos llevar nuestros pensamientos cautivos y hacerlos obedientes a Cristo, y eso es exactamente lo que tienes que hacer con el dolor: lo expulsas de tus pensamientos reemplazándolos con buenos pensamientos, pensamientos positivos, pensamientos llenos del amor que Dios tiene por ti.
Luego debes confesar cualquier responsabilidad que puedas tener en el dolor. Si bien es posible que no hayas tenido la misma cantidad de responsabilidad, es posible que hayas tenido un papel que contribuyó al dolor. Si es así, sácalo, confiésalo y reconócelo ante ti mismo y ante Dios. Encubrirlo o negarlo solo permitirá que siga vivo dentro de ti y continúe causándote un gran daño.
Es importante dejar de verse a uno mismo como una víctima. ¿Te has vuelto adicto a tus fiestas de autocompasión? Créeme, eso puede suceder. Es ese sentimiento de “soy yo contra el mundo”, ¡y tengo derecho a sentirme herido! Por supuesto, tus sentimientos de dolor importan, y no quiero restarle importancia al dolor que has experimentado. Pero cuando permites que tus sentimientos anulen todo lo demás y te controlen, te colocas en el lugar de la víctima y ese es un lugar terrible en el que estar.
Todos los días tienes opciones para elegir cómo te vas a sentir. Pablo escribió a los filipenses que debían regocijarse en el Señor siempre, y nuevamente digo, regocijarse. Es una elección que puedes hacer, y la buena noticia es que, como creyente en Jesucristo, tienes un poder muy superior al tuyo para poderte dar la victoria en esta batalla. Con la oración y la confianza en el Señor, puede salir de ese miserable lugar de víctima.
He descubierto que otra cosa muy importante que hacer para dejar atrás el dolor es simplemente ocuparme de hacer algo constructivo. Esta es una ocasión en la que debes involucrarte en una actividad constructiva que te distraiga de tus sentimientos heridos y acabe con esa fiesta de la autocompasión. Una amiga mía me cuenta que su bisabuela le decía con frecuencia: “Si tienes tiempo para sentir lástima por ti misma, entonces no tienes suficientes tareas que hacer”. Como dice ella: “Es más difícil ‘llevar tus sentimientos en la manga de la camisa’ cuando estás ‘con la camisa arremangada’ y sirviendo a los demás”.