Presentado por Lauren Stibgen

¡Muchas cosas pueden suceder cuando somos impacientes! La impaciencia se intensifica cuando hay una diferencia entre el tiempo preconcebido o establecido que tenemos en mente para que algo suceda y cuándo realmente ocurre. La realidad es que somos simplemente humanos, y Dios es solo Dios. A veces me pregunto si la creación de la medida del tiempo es algo que Dios ha usado para demostrar esto. Si no tuviéramos el concepto del tiempo, ¡no podríamos crecer en el aprendizaje de la paciencia!

Una de las maneras en que la falta de paciencia puede manifestarse a menudo es la envidia. Vemos algo que deseamos o aspiramos a que suceda, en otra persona y nos ponemos celosos. Esto puede llevarnos a actuar impulsivamente por nuestra propia voluntad, a menudo con resultados que luego lamentamos.

Sara, después Sarai, era impaciente. Su esposo Abram era el padre prometido de Israel, pero ella no logró concebir ni darle un hijo. En su impaciencia, Sarai ofreció a su esclava egipcia, Agar, para que intimidara con su esposo. El resultado fue el embarazo de Agar y el nacimiento de Ismael.

Sarai sintió celos de Agar y la maltrató. Dios renovó su pacto con Abram y lo llamó Abraham, y a Sarai, la llamó Sara. Sara dio a luz a Isaac, pero debido a los constantes celos de Sara, Agar e Ismael fueron despedidos. Puedes leer más sobre esto en Génesis capítulos 15-18.

A veces, nuestra prisa por ver que algo suceda puede hacernos envidiar a alguien que vemos en las circunstancias que deseamos. ¿Has estado buscando un nuevo trabajo? Quizás te está tomando más tiempo del que esperabas, así que aceptas un trabajo porque necesitas trabajar. Un amigo de repente consigue el trabajo de sus sueños, ¡y ni siquiera lo estaba buscando! En tu impaciencia, ¿cómo le respondes a este amigo? ¿Eres cariñoso? ¿Tienes celos? ¿Cómo puedes presentarte con amor y confiar en que Dios te enviará el trabajo perfecto, en su tiempo?

Actuar por impaciencia puede llevarnos a tomar decisiones apresuradas que pueden generar celos.