Podcast (podcast-spanish): Play in new window | Download (Duration: 4:40 — 10.7MB)
Presentado por Julie Busteed
¿Te gusta trabajar en jardinería? Me encanta ver los resultados de todo el trabajo de jardinería: plantar, regar, desyerbar y podar. En Juan 15, Jesús enseña que el Padre es el jardinero que cuida la vid con amor. Parte de ese cuidado es la poda. La poda es esencial para la vida de la vid, y la Escritura usa esa imagen para ayudarnos a comprender nuestra propia vida con Cristo.
En una viña, la poda renueva la vid y la moldea. Sin poda, una vid crece de forma silvestre. Produce muchos brotes y hojas, pero muchas menos uvas. El jardinero corta las ramas sanas, no para dañar la vid, sino para ayudarla a concentrar su energía y que pueda prosperar. La poda crea espacio para un nuevo crecimiento y una mayor fructificación.
La poda ocurre cuando la vid está inactiva, después de la cosecha. Incluso en letargo, la vid sigue viva y sigue abasteciendo a las ramas. Este período de descanso no es tiempo perdido; es preparación. La vid fortalece su núcleo, preserva su energía y se prepara para la siguiente temporada de crecimiento y fructificación.
Del mismo modo, Dios nos poda. Las temporadas de poda pueden parecer como reducir, bajar el ritmo o soltar. Dios puede eliminar distracciones, actitudes, hábitos o compromisos que nos impiden dar fruto. A veces, incluso poda lo bueno para que crezcan cosas mejores. Estas temporadas pueden parecer tranquilas, casi inactivas, pero Dios sigue obrando, nutriéndonos, moldeándonos y preparándonos.
La poda es fundamental porque produce un fruto aún mayor. Jesús dice que todo sarmiento que da fruto, lo poda para que dé más fruto (Juan 15:2). Podar no es un castigo, sino el cuidado intencional de un Padre que quiere que nuestras vidas florezcan. Cuando permanecemos conectados a Cristo, la Vid verdadera, podemos confiar en que su poda tiene un propósito. Elimina lo que nos obstaculiza, nos renueva y nos prepara para un mayor crecimiento en las temporadas venideras.
Para el cristiano, la poda es una señal del amor de Dios y su deseo de que nuestras vidas sean fructíferas, significativas y profundamente arraigadas en él. Cuando nos mantenemos conectados con Cristo, cada etapa, incluso las inactivas, se convierte en parte de su obra transformadora en nosotros.
La vida de José en el Antiguo Testamento es una poderosa imagen de la poda antes de la fructificación. Soportó profundas dificultades: fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, luego acusado falsamente y encarcelado. Sin embargo, a través de cada etapa de sufrimiento, Dios moldeaba su carácter y lo preparaba para un propósito mayor. Con el tiempo, José fue ascendido como segundo al mando bajo el faraón, donde usó la sabiduría divina para salvar a Egipto y, finalmente, rescatar a la misma familia que lo había traicionado. Su historia nos recuerda que las etapas de poda a menudo preceden a las de fruto extraordinario.
Que tú y yo permanezcamos fieles, conectados a la Vid verdadera, incluso durante los tiempos inactivos. Incluso cuando estamos siendo podados. Porque Dios es un jardinero amoroso y está haciendo esto para un fruto aún mayor en nuestras vidas.
