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Presentado por Julie Busteed
Hoy en día no usamos la palabra «permanecer» con mucha frecuencia. Sin embargo, Jesús la usa once veces en Juan 15. La escena es la Última Cena. Acaba de lavar los pies de sus discípulos y ahora está enseñando y orando por ellos, compartiendo sus últimas palabras con ellos antes de la crucifixión. Dado que Jesús enfatiza esta palabra con tanta fuerza, vale la pena detenerse para comprender lo que quiso decir. Dice:
“Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer. (Juan 15:4-5).
La palabra griega menō, traducida como «permanecer», significa habitar, quedarse o morar. Es una palabra activa, no pasiva, que implica una relación continua e intencional. Algunas traducciones de la Biblia incluso usan la palabra «habitar».
En su comentario, Matthew Henry destaca bien el contexto: Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos después de tres años con ellos. Los discípulos pronto enfrentarían la tentación de alejarse de él, de los demás y de sus enseñanzas, quizás incluso de volver a los viejos patrones de la ley. Jesús les recalca la urgente importancia de permanecer en él y en comunidad. Y les asegura que el ayudador, el Espíritu Santo, vendría a fortalecerlos y sostenerlos.
En este pasaje, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos. Los creyentes en Cristo son los sarmientos; él es la vid. Una vida fructífera depende de permanecer conectados con él.
Permanecer en Cristo comienza con una relación. El primer paso es acercarse a él como Señor y Salvador, reconociendo nuestra necesidad de perdón y gracia. Pero eso es solo el comienzo. Al seguirlo, la relación se profundiza. Aprendemos quién es él, qué enseña y cómo nos llama a vivir en obediencia a él. Amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Y amar al prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-39). Permanecer en Jesús es un camino que dura toda la vida: crecer, obedecer y permanecer conectado.
