Play

¿Alguna vez pensaste en esto: si no te sientes presionado, no lo estás? La presión es un estado mental. Si no crees que estás bajo presión, realmente no lo estás, independientemente de lo que tengas que hacer.

Uno de los conceptos más importantes que podemos captar en nuestra vida cristiana es que somos lo que pensamos. Todo comienza con nuestra vida mental, y eso incluye si nos sentimos presionados o no. Empiezo a sentirme estresada cuando me permito pensar en todo lo que hay que hacer, cuando empiezo a preocuparme por los plazos de la próxima semana, cuando reflexiono mucho sobre la lista de “cosas por hacer” que me mira fijamente a la cara. “Oh, vaya, ¿cómo voy a hacer todo esto?” pienso. Entonces me convenzo de que no hay manera. Y ahora el pánico comienza a aumentar, porque estoy pensando en todo lo que tengo que hacer en lugar de simplemente hacer algo.

Recuérdate a ti mismo a menudo, que solo puedes hacer una cosa a la vez, decide qué tiene la mayor prioridad en este momento y hazlo. Permitir que esos pensamientos permanezcan y te bombardeen con “Date prisa, tienes mucho que hacer” o “Nunca vas a terminar todo a este ritmo”, simplemente te presiona a ti mismo y te impide trabajar con la máxima eficiencia.

La buena noticia es que la presión y la paz no son excluyentes. No tienes que renunciar a la paz y la tranquilidad solo porque hay algo de presión sobre ti. Y la paz no es pasividad. La paz no significa que estés recostado en pastos verdes, con arroyos burbujeantes y pájaros cantando. La paz no significa la ausencia de correos electrónicos o comidas para cocinar o informes para terminar. La paz es un estado mental; comienza con nuestros pensamientos. Y nuestras mentes pueden descansar en medio de una actividad increíble.

Una buena sugerencia para mantenerse en paz en entornos bajo presión es hablarte a tí mismo correctamente. ¿Qué dices o piensas cuando estás bajo presión? “Oh, nunca terminaré esto”. O “No puedo hacer todo esto”. Bueno, ¿por qué alimentas todas esas cosas negativas en tu cabeza? En cambio, di: “Señor, por tu gracia sobreviviré a esto. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Te sorprenderás de lo mucho más fácil que es manejar el estrés cuando te hablas a ti mismo de manera bíblica, no de manera negativa.