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Presentado por Lisa Bishop
¿Te consideras una persona paciente?
Si eres como yo, realmente no me gusta esperar. Puedo impacientarme cuando una reunión no comienza a tiempo o cuando estoy esperando a una amiga que llega tarde a nuestra cita para almorzar. También puedo ser impaciente cuando no me siento escuchada o comprendida, o cuando he estado orando por algo durante mucho tiempo y simplemente no obtengo la claridad que anhelo. ¿Cuándo notas que te falta paciencia? La impaciencia abarca toda la gama. Desde pequeños escenarios en los que se pone a prueba tu paciencia hasta circunstancias más importantes de la vida que requieren resistencia.
Proverbios 14:29 nos enseña,
Ser paciente es muestra de mucha inteligencia; ser impaciente es muestra de gran estupidez.
Quiero compartir contigo algunos consejos para desarrollar la paciencia.
- Detente y haz una investigación interna: la próxima vez que sientas que la impaciencia aflora, detente y pregúntate: “¿Por qué me estoy impacientando?”. A veces nos vemos arrastrados por un momento a lo que yo llamo ser secuestrado emocionalmente. No estamos usando nuestro cerebro de pensamiento racional. Detente a examinar realmente por qué la impaciencia es tu opción en ese momento. Mateo 12:34 dice: De lo que abunda en el corazón, habla la boca. ¿Qué está pasando en tu corazón?
- Conviértelo en una meta: cuando establecemos metas, a menudo giran en torno a cosas que queremos lograr y no tanto a quiénes queremos ser. Piensa en tu visión de tus relaciones y en cómo quieres que la gente te experimente. Debes estar decidido a tener su mentalidad, actitud y corazón puestos en practicar la paciencia. Esto creará una mayor conexión en tus relaciones.
- Practica la paciencia en tu vida diaria: entrénate para ser paciente en las pequeñas cosas, como esperar en una fila o lidiar con retrasos inesperados. Utiliza esos momentos como oportunidades para cultivar intencionalmente el autocontrol.
- Busca la ayuda de Dios: Recuerda que tienes el poder del Espíritu Santo morando en ti. Romanos 8:26 dice, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Tómate el tiempo para pedir su ayuda.
Únete a mí en esta oración mientras nos esforzamos por vivir vidas marcadas por la paciencia.
“¡Padre, gracias por tener paciencia conmigo! Transfórmame con tu amor y con tu espíritu y ayúdame a crecer en mi capacidad de paciencia. Me entrego a ti, Espíritu Santo. Recuérdame que tengo la opción de elegir cómo responder a las personas y que cuando te lo pida, me ayudarás a manejar cualquier situación que se me presente, con gentileza, bondad y paciencia. Amén.”