Play

Presentado por Lisa Bishop

¿Alguna vez perdiste la calma o reaccionaste de una manera de la que luego te arrepentiste?

Estamos examinando la paciencia, ese fruto tan importante del espíritu que a menudo podemos pasar por alto y que nos resulta difícil practicar en nuestras interacciones diarias. Sin embargo, como seguidores de Jesús, la paciencia no es opcional.

Si reflexionaras sobre las últimas 48 a 72 horas, ¿podrías identificar los momentos en los que te faltó la paciencia? Puede ser tentador frustrarse con un compañero de trabajo o perder el control con un miembro de la familia o tu cónyuge. Pero cuando te sientas tentado a tener la respuesta carnal de mal genio o de irritarte fácilmente, puedes recurrir a las palabras del apóstol Pablo para redirigirte y cimentarte en tu identidad. Y tu identidad informa tu propensión a la paciencia.

Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. (Colosenses 3:12-13).

Como hija o hijo elegido a quien Dios ama, estás llamado a vestirte con características similares a las de Cristo. Creo que a menudo dedicamos más tiempo a planificar y preparar nuestro guardarropa para el día, y no pensamos mucho en adoptar actitudes y comportamientos que muestren la gloria de Dios. No me malinterpretes, vivir estas cualidades cristianas no es fácil. La paciencia no se desarrolla de la noche a la mañana. Sin embargo, Colosenses nos da pistas sobre cómo desarrollar la paciencia. Cuando tienes la mente de Cristo, misericordiosa, bondadosa, humilde y gentil, te posicionas para la paciencia. Cuando tomas en cuenta las faltas de las personas, como te gustaría que otros hicieran por ti, te sientes menos irritable. Creo que la falta de paciencia puede aparecer cuando las cosas no van como queremos o cuando alguien no se ajusta a nuestras preferencias.

Cuando no somos humildes, nos ofendemos fácilmente y reaccionamos aferrándonos a ofensas menores o irritaciones que aumentan y luego la impaciencia se convierte en nuestra actitud predeterminada.

¿Cuándo y con quién te falta paciencia? Para transformarte verdaderamente necesitarás ser proactivo. En lugar de quedar atrapado en la misma reacción de siempre, decide ahora cómo responderás con paciencia. Al romper el hábito de irritarte fácilmente, pídele al Espíritu Santo que te ayude, pero también debes estar decidido a vestirte de paciencia en lugar de perder la calma.