Play

La oración es el eje de la vida cristiana y cuanto más efectivamente ores, más poderosa será tu vida para Dios.

Recuerda, hay todo tipo de oraciones, como Pablo escribió a los Efesios: “Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos” (Efesios 6:18). Nuestro tiempo de oración privado tendrá una naturaleza diferente a la oración colectiva. Necesitamos ser conscientes de lo que es apropiado en un entorno de grupo frente a nuestras oraciones personales.

En Mateo 6:8, Jesús vuelve a enseñar sobre la oración y dice que no intenten impresionar a Dios con muchas palabras como hacen los paganos. Dios no se impresiona con oraciones largas. Las oraciones largas no tienen más peso con Dios solo porque son largas. También debemos tener cuidado de no caer en “vanas repeticiones”, lo que puede suceder si solo repetimos las mismas frases y clichés en cada oración sin pensar realmente en lo que estamos diciendo.

Phillips Brooks ha escrito: “La oración no es conquistar las reticencias de Dios, sino apoderarse de la voluntad de Dios”. No oramos para tratar de persuadir a Dios de que haga lo que queremos que haga. Oramos para que podamos alinearnos con sus propósitos en nuestras vidas y apoderarnos de todo lo que quiere hacer por nosotros y a través de nosotros.

La oración es para nuestro beneficio. Dios no tiene necesidad de saber. No tenemos que educarlo; él sabe todo antes de que le preguntemos o le digamos. Pero cuando llevamos nuestras necesidades, peticiones y alabanzas a Dios, le mostramos y nos recordamos a nosotros mismos, que estamos soltando los controles de nuestras vidas y entregándoselos al Señor. Estamos presentando nuestras preocupaciones a Dios, no para informarle de nuestra necesidad, sino para demostrar nuestra confianza en él. Demostrar que reconocemos nuestra incapacidad y confiamos en su capacidad.