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Has escuchado el canto infantil que dice: “Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me lastimarán”. Bueno, no lo creas, ni por un minuto. Las palabras pueden hacer más daño que los palos y las piedras. Las palabras tienen poder.

¿Alguna vez pensaste que todos llevamos un arma cargada con nosotros todos los días, un instrumento que puede usarse para destruir y dañar a otros así como a nosotros mismos? Pues la llevamos y son nuestras lenguas. En Santiago leemos que la lengua es un mal inquieto, lleno de veneno mortal. Estoy segura de que puedes recordar las palabras que te dijeron hace años que te dolieron profundamente, tan profundamente que el recuerdo te devuelve el dolor como si las palabras acabaran de decirse.

La Biblia tiene mucho que decir sobre cómo las palabras pueden asestar golpes mortales. Aquí hay unos ejemplos.

Palabras duras – Proverbios 15: 1 dice que las palabras duras despiertan la ira. Las palabras duras pueden ser simplemente el tono de voz que usamos, más que las palabras reales que decimos, y pueden doler mucho.

Chismes: Proverbios 17: 9 dice que los chismorreos (repetir un asunto) separan a los amigos íntimos. Podemos tratar de camuflar los chismes o justificarlos, pero las palabras de chismes conllevan un enorme potencial de daño y perjuicio.

Aquí hay otra munición que sale de nuestras bocas: peleas. Proverbios 20: 3 dice que cualquier necio peleará, pero se nos dice que abandonemos la pelea antes de que estalle. ¿Alguna vez has notado cómo las personas dicen cosas tan odiosas cuando están enojadas, cosas que ni siquiera quieren decir, pero una vez que se dicen esas palabras, el daño está hecho!

Palabras apresuradas – Proverbios 29:20 dice que una persona que habla apresuradamente tiene menos esperanza que un necio. Las palabras pronunciadas apresuradamente suelen ser palabras incorrectas. Necesitamos pensar antes de hablar.

Mentir es otra forma de herir con palabras. Hoy en día, mentir es bastante aceptable; de ​​hecho, una habilidad digna de admirar en muchos entornos. La Biblia, sin embargo, condena enérgicamente a los mentirosos. Y no existe tal cosa como una mentira piadosa. Cuando mentimos, decimos palabras que hacen daño.

No, no hay duda al respecto. Todos tenemos la capacidad de ocasionar una gran cantidad de dolor y sufrimiento mediante el uso de palabras inapropiadas. Realmente necesitamos considerar seriamente el impacto de nuestras palabras en los demás.