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Me gustaría ver tres tipos diferentes de milagros que vemos en la Biblia, para ayudarnos a ser más conscientes de los milagros de Dios en nuestras vidas.

Primero, déjame recordarte acerca de la viuda de Sarepta. Encontrarás su historia en 1 Reyes 17. Ella necesitaba un milagro. Ella no tenía nada para comer; todo lo que tenía era un puñado de harina en un frasco y un poco de aceite en una jarra. Su plan era hacer un trozo pan con esto y luego morir. Pero Elías fue enviado por Dios para realizar un milagro para ella.

Para recibir su milagro, esta viuda tuvo que dar lo que tenía. Ella solo tenía un pedazo  de pan y Elías se lo pidió. Él le prometió que, si entregaba lo poco que tenía, Dios seguiría llenando su frasco de harina y su jarra de aceite. Ella obedeció y eso fue exactamente lo que sucedió. Cada vez que volvía a ese frasco de harina, estaba lleno, y lo mismo con el aceite. Usaba todo lo que tenía, pero cuando volvía la siguiente vez, había más.

Ves, algunos milagros son de esa manera. Dios simplemente hace que lo que tenemos llegue muy lejos. Obviamente, Elias podría haber realizado otro tipo de milagro y haberle dado toneladas y toneladas de harina y aceite al mismo tiempo. Pero ese no es un milagro mayor que mantener su frasco y su jarra continuamente reabastecidos. Y eso significaba que tenía harina fresca y aceite todo el tiempo. Además, tenía que aprender a confiar en Dios todos los días, ¿no? Todos los días, cuando volvía a buscar harina en el frasco, que ayer sabía que estaba vacío, su fe era probada. ¿Habrá harina para hoy? Pero lo había, todos los días.

Tal vez ese es el tipo de milagro que necesitas hoy: confiar en Dios solo para las necesidades de hoy. Tal vez tu has estado deseando que él te colme de milagros para un año, cuando él sabe que sería mejor dártelos un día a la vez. O tal vez no has estado dispuesto a dar lo que tienes. Ya sabes, cosechamos lo que sembramos, así que lo que sea que necesites, siembra esas semillas. Esta viuda necesitaba comida, así que regaló la poca comida que tenía. Entonces Dios hizo un milagro para ella.

¿Alguna vez tuviste un par de zapatos que no se gastaban? ¿O tal vez un auto que siguió y siguió, aunque esperabas que se desmoronara en cualquier momento? A veces Dios nos envía milagros de esta naturaleza.

Piensa en los hijos de Israel durante sus cuarenta años en el desierto. En Deuteronomio 29 leemos que durante esos años sus vestidos no se gastaron, ni las sandalias de sus pies. ¿Te imaginas una tela o un zapato que te dure 40 años? Si usaras lo mismo todos los días, ¿cuánto tiempo te duraría la ropa o los zapatos? Tal vez un año o dos, pero no 40.

Necesitaban un milagro, y Dios se los dio. Imagínate los problemas que habrían tenido si su ropa y sus zapatos se gastaran en el desierto, y no hubiera manera de comprar o hacer nuevos.

Ahora bien, Dios podría haber provisto sus necesidades de ropa por algún otro método. Mi suposición es que con todas las quejas y lamentos que hicieron mientras estaban en el desierto, Dios sabía que si les enviaba ropa nueva, se quejarían de que no les quedaba bien, o que no les gustaría el estilo o el color. Esa fue su actitud hacia la comida que Dios les proveyó. Puedo imaginar que los israelitas dieron por sentados esa ropa y esos zapatos, sin darse cuenta de que era el milagro de Dios que no se desgastaran.

¿Y tu? ¿Ha estado Dios proporcionando ese tipo de milagro en tu vida y ni siquiera lo has reconocido? O tal vez no lo hayas apreciado y en su lugar quisieras “ropa y zapatos nuevos”.

Dios hace milagros para nosotros todo el tiempo, cuando abrimos los ojos para ver. Y usa el tipo de milagro que es mejor para nosotros. Hacerlo a tu manera podría ser malo para ti y causarte muchos otros problemas. Entonces, cuando Dios decida obrar este tipo de milagro en tu vida, haciendo que lo que ya tienes dure y siga satisfaciendo tus necesidades, no lo pases por alto y asegúrate de estar agradecido. Solo piensa dónde estarías si Dios no obrara ese milagro por ti.

En 1 Reyes 17 leemos de otro tipo de milagro, cuando Dios le dijo a Elías que fuera y se escondiera en el barranco de Kerith, para protejerlo de aquellos que querían hacerle daño. Cada día Dios enviaba cuervos para entregar la comida de Elías. Todas las mañanas y todas las tardes esos cuervos venían con el servicio de habitaciones para Elías. ¡Que milagro!

A veces, Dios usa este tipo de milagros inesperados y verdaderamente notables para satisfacer nuestras necesidades. Estoy segura de que Elías nunca habría esperado que los cuervos le entregaran su comida. Por sí solo no podría haber imaginado tal respuesta para su necesidad. Pero que buena idea fue. Elías no tenía que preocuparse de que nadie lo descubriera, ya que su comida era entregada por cuervos y no por personas.

Creo que a veces nos perdemos los milagros de Dios en nuestras vidas porque lo encasillamos. Queremos que la respuesta venga en un paquete determinado. Averiguamos de antemano qué debe hacer Dios para satisfacer nuestra necesidad, y luego le informamos de nuestro método preferido. Pero Dios no trabaja según nuestras descripciones de trabajo. Lo que debemos hacer es simplemente llevarle nuestras necesidades y decirle que sabemos que puede satisfacer nuestras necesidades de muchas maneras diferentes.

He estado orando para que Dios supla algunas necesidades que tenemos en el ministerio a través de “fuentes inesperadas”. Comencé a pensar que solo había un cierto número de vías a través de las cuales Dios podía enviar un milagro, y cuando no llegaron de esa manera, mi fe comenzó a flaquear. Finalmente, me di cuenta de que Dios no era limitado en sus milagros. Y tan pronto como comencé a abrirme y orar por el método de Dios, no el mío, él comenzó a trabajar a través de diferentes canales. Es realmente emocionante ver cuán creativo es Dios.

Tal vez necesites algún tipo de cuervo hoy, una fuente inesperada para un milagro. Confía en Dios y no lo limites en cuanto a cómo puede satisfacer tu necesidad. Podrías perderte un milagro maravilloso si lo haces. Por lo tanto, mantén tus ventanas abiertas y busca a tus cuervos hoy.

Jesús realizó muchos milagros durante su ministerio de tres años, pero no realizó el mismo milagro para todos, y no siempre realizó el mismo milagro de la misma manera. En la Biblia se nos habla de cuatro maneras diferentes en que Jesús hizo que una persona ciega viera.

En Mateo 9 tocó los ojos de los dos ciegos que se acercaron a él, y al instante pudieron ver. En Marcos 8 sacó al ciego fuera de la ciudad y le escupió directamente en los ojos y le puso las manos encima. La primera vez su vista fue solo parcialmente restaurada, entonces Jesús puso sus manos sobre él por segunda vez, y su vista fue completamente restaurada.

En Marcos 10, simplemente le dijo al ciego: “Ve, tu fe te ha sanado” (10:52). Entonces, sin ningún tipo de toque, el hombre recobró la vista de inmediato. Y luego, en Juan 9, Jesús hizo lodo al escupir en el suelo, y puso el lodo en los ojos del ciego, entonces le dijo que fuera a lavarse el lodo en la piscina de Siloé y después de eso, pudo ver.

Ahora, por qué Jesús escogió satisfacer las necesidades de estas personas ciegas de maneras tan diferentes, no lo sé. Pero nos enseña que él hace las cosas de manera diferente para diferentes personas en diferentes momentos. En un caso, fue un milagro en dos partes; no sucedió todo a la vez. En otra, el ciego tenía que hacer algo: ir a lavarse el barro de los ojos, así sucedió el milagro. A veces Jesús los tocó, a veces no. Pero en todos los casos, el resultado fue un milagro: podían ver.

Cuando necesites un milagro de Dios, no lo limites en cuanto a cómo puede suceder. Si es un milagro parcial, acuérdate del ciego que fue sanado en dos pasos. Si Dios te pide que hagas algo como parte del milagro, es como el hombre que se lavó el barro de los ojos. No te niegues a ser parte del milagro si esa es la forma en que Dios quiere obrar para ti.

Pero no tengas miedo de pedir y esperar un milagro de Dios. A menudo satisface nuestras necesidades de manera milagrosa, si tenemos la fe de acudir a él, sin ideas ni respuestas preconcebidas, y simplemente le permitimos proporcionar el milagro adecuado en el momento adecuado.

Quizás has estado pensando que no ves ningún milagro en absoluto. Bueno, ¿por qué supones que no estás experimentando milagros en tu vida? ¿Será porque no los reconoces cuando los ves? Pídele a Dios que te haga sensible y agradece los milagros que está realizando por ti.

Pero si no estás viendo milagros en tu vida, quizás sea porque tienes la enfermedad del saltamontes. Lo recuerdas, ¿no? Cuando los doce espías fueron a ver la tierra milagrosa que Dios les había provisto, diez de ellos informaron que a pesar de que la tierra era todo lo que habían soñado y más, de ninguna manera sería la tierra para la gente de Dios.  ¿Por qué? Porque todas las personas que vieron allí eran de gran tamaño. Dijeron: ” Al lado de ellos nos sentíamos como saltamontes y así nos miraban ellos” (Números 13:33b).

Saltamontes! Dios les había prometido esta tierra, pero su enfoque estaba en ellos mismos, y cuando se miraron a sí mismos, vieron saltamontes. Sólo vieron las imposibilidades.

Los discípulos hicieron lo mismo cuando Jesús les pidió que alimentaran a los 5000. Miraron cuánto dinero costaría y dijeron que no se podía hacer. Ni siquiera consideraron que Jesús podría proporcionar un milagro para alimentar a la multitud. Miraron las imposibilidades en lugar de buscar un milagro.

Mientras meditaba en estas Escrituras, me dije a mí misma: “Con qué frecuencia te enfocas en tus imposibilidades, en lugar de buscar y esperar el milagro de Dios en tu vida”. ¿Y tú?

Cuando se le preguntó qué quería en su lápida como epitafio, Henrietta Mears dijo: “Pon, ‘Si tan solo hubiera confiado más en Él’. ¿No es cierto que limitamos los milagros de Dios en nuestras vidas porque no tenemos suficiente confianza en nuestro Dios para pedirlos o esperarlos?

Busca algunos milagros hoy. Él quiere bendecirte, pero debes acercarte a él con fe, creyendo que puede satisfacer tu necesidad, y luego permitirle que lo haga a su manera.