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Esta semana ofrezco algunas meditaciones para el trabajo. Pensamientos breves basados en la Palabra de Dios, para animarte y desafiarte a seguir viviendo tu fe donde trabajas.

Proverbios 24:17 nos dice:

“No te alegres cuando caiga tu enemigo ni se regocije tu corazón ante su desgracia”.

Hubo un momento en mi carrera en el que trabajé para un hombre muy difícil. Pasé muchos días infelices en ese trabajo por la forma en que me trataba a mí y a los demás. Después de aproximadamente un año, Dios me reveló que tenía gran malicia en mi corazón hacia él.

Ciertamente nunca me había considerado una persona maliciosa, pero ahí estaba en todo mi corazón: malicia sucia y fea. Quería que le pasaran cosas malas. Soñé que cometía un error gigantesco y lo despedían. Deseé y esperé que recibiera su “merecido”. Eso es malicia.

Años más tarde, después de que ambos dejamos esa empresa, me enteré de algunos tropiezos que había cometido. Supongo que se podría decir que obtuvo lo que se merecía. Recoges lo que siembras y todo eso. Pero, por la gracia de Dios, me había librado de esa malicia hacia él, y me entristeció mucho saber que las cosas no le iban bien. No me produjo satisfacción ni alegría saber que había tropezado.

Nunca debemos regodearnos con la desgracia de otra persona, incluso si ellos mismos se la provocaron. Primera de Corintios 13 nos recuerda que el amor no se deleita en el mal, sino que se regocija con la verdad. Hoy profundiza en tu corazón y ve si hay alguna malicia escondida allí. Si es así, límpiala rápidamente y deja que el amor de Dios llene tu corazón. Sólo pídele al Señor que te revele cualquier actitud de malicia o de satisfacción y que te aparte de regocijarte en el mal y en cambio que te dé un corazón preocupado por cualquiera que haya tropezado.