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Seguro que has oído decir que no hay nada gratis. Ese sentimiento es bastante acertado, excepto, por supuesto, por la salvación gratuita que Jesús nos ofrece porque pagó el precio por nuestros pecados. Es gratis para quienes aceptamos su oferta, pero pagó un alto precio. Hizo un gran compromiso cuando le dijo a Dios, mientras oraba en Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

He estado hablando toda la semana sobre encontrar la libertad a través del compromiso. En lugar de huir de comprometernos con algo o alguien, debemos caminar hacia esos compromisos que Dios quiere de nosotros. Esto se debe a que comprometernos a hacer la voluntad de Dios es el camino hacia la libertad real, la libertad de nuestro espíritu, la libertad de saber que lo que hacemos le importa a Dios.

Durante diez años decidí dirigir mi propio show y hacer lo que quería. A pesar de saberlo, realmente le di la espalda a seguir a Jesús porque pensé que eso significaría que nunca podría salirme con la mía. Pero déjame decirte a qué me llevó mi búsqueda de la libertad. Me hizo abandonar muchos principios cristianos que mis padres, maestros y pastores me habían enseñado fielmente. Me llevó a vivir una vida muy egoísta y totalmente centrada en lo que pensaba que era bueno para mí.

Decidir no comprometerme con lo que Dios quería para mi vida me hizo tomar muchas decisiones malas y pecaminosas: decisiones sobre relaciones, trabajos, dónde vivía y quiénes eran mis amigos. Me llevó a comportamientos que eran todo menos cristianos, a un estilo de vida que se mezclaba con el mundo que me rodeaba. Habría sido difícil distinguirme como una verdadera creyente en Jesucristo durante esos años.

Lo que he aprendido, ahora más de 40 años después, es que negarme a comprometerme con Cristo y sus principios para mi vida es elegir el desastre, el caos y la frustración total. Pensé que estaba eligiendo lo que me haría feliz al elegir no comprometerme con un estilo de vida cristiano y vivir mi vida para los demás. Pero estaba tan equivocada.

Ahora, con todos estos años a mi espalda desde entonces, puedo decirles que un compromiso con Jesucristo es de hecho el camino hacia la libertad. Y eso significa que comprometes tus semanas, tus días y tus horas bajo su control. Significa decir sí a lo que él quiere que hagas y no a ti mismo. Sí, el discipulado tiene un precio y Jesús nos pide que calculemos el costo, pero el retorno de nuestra inversión es abundante, gozoso y satisfactorio.