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Presentado por Julie Busteed
Esperar en el Señor es difícil. Pero él nos da promesas a las que podemos aferrarnos durante este tiempo.
Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán (Isaías 40:31).
Hace años, tenía un trabajo que no era el mío. Había muchas cosas que estaban bien, pero el trabajo en sí no era lo que realmente quería hacer. Sentía que no era adecuado para mí, y era un trabajo que no se me daba de forma natural. Durante mucho tiempo, me quejé de esto. Me quejaba en mi corazón, a Dios, a mi esposo, y buscaba maneras de pasar a otra cosa. Pero la oportunidad no se presentaba.
Finalmente, recuerdo llorar —literalmente— a Dios por esto y simplemente abrirle mi corazón. Y no es que oyera una voz fuerte, fue un suave y tierno recordatorio de que Él es soberano y que debo confiar y esperar en Él. En lugar de intentar cambiar mi situación, comencé a cambiar mis pensamientos, mi mentalidad sobre la situación. No es que me sintiera contenta y feliz de la noche a la mañana, sino que intenté centrarme en las cosas buenas. También me di pequeñas recompensas o ánimos por hacer algunas de las cosas difíciles del trabajo. Y con eso me refiero a dar un paseo rápido, tomar otra taza de café, etc. ¡Y poco a poco, ya no me sentía tan miserable! ¡Creo que me quejé menos!
Cambiar de actitud marcó una gran diferencia. Mi situación tampoco cambió de inmediato. Seguía teniendo algunos momentos de desesperación, pero se hicieron menos frecuentes.
Luego, cuando surgió una oportunidad, ¡casi me sorprendí! Ahora estaba más preparado para el siguiente paso, ya que me había quedado donde estaba. Y no estaba dejando a mi jefe en malos términos, sin quemar puentes.
Sé que hay muchas situaciones diferentes, algunas más difíciles que la que yo estaba experimentando. Y por tu propia salud mental y física, quizás necesites tomar medidas diferentes. Pero te digo esto por un par de razones. Primero, tómate un tiempo para reflexionar y pensar en la situación de la manera más objetiva posible. ¿Hay algo bueno y positivo en tu situación actual? Luego, abre tu corazón a Dios. Sigue buscándolo. Date cuenta de que él tiene un propósito en la espera. Y que nada se desperdicia.