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Esta enfermedad del saltamontes vino sobre los hijos de Israel cuando tenían miedo de poseer la tierra que Dios les había dado. Dijeron “parecemos saltamontes” y pensaron que no podían ganar la pelea, por lo que querían renunciar y regresar a Egipto. Los discípulos se dieron por vencidos en alimentar a la multitud de 5000 porque no tenían suficiente dinero ni comida. También contrajeron la enfermedad del saltamontes. Y sabes qué, tú y yo nos contagiamos de vez en cuando, ¿verdad?

Pero hay otro siervo de Dios que hizo lo correcto cuando enfrentó su propia crisis. La semana pasada analizamos 2 Crónicas 20 y la historia de Josafat, rey de Judá, quien se enfrentó a un gran ejército y está condenado a la derrota. En lugar de darse por vencido, reunió al pueblo y consultó al Señor. Quiero leer ahora la oración que hizo en ese momento. Se encuentra en 2 Crónicas 20:5-12.

“Josafat se puso de pie ante la comunidad de Judá en Jerusalén, frente al nuevo atrio del templo del Señor, y oró diciendo: «Oh Señor, Dios de nuestros antepasados, solo tú eres el Dios que está en el cielo. Tú eres el gobernante de todos los reinos de la tierra. Tú eres fuerte y poderoso. ¡Nadie puede hacerte frente! Oh Dios nuestro, ¿acaso no expulsaste a los que vivían en esta tierra cuando llegó tu pueblo Israel? ¿Acaso no les diste esta tierra para siempre a los descendientes de tu amigo Abraham? Tu pueblo se estableció aquí y construyó este templo para honrar tu nombre. Ellos dijeron: “Cuando enfrentemos cualquier calamidad, ya sea guerra, plagas o hambre, podremos venir a este lugar para estar en tu presencia ante este templo donde se honra tu nombre. Podremos clamar a ti para que nos salves y tú nos oirás y nos rescatarás”.

» Ahora mira lo que los ejércitos de Amón, Moab y del monte Seir están haciendo. Tú no permitiste que nuestros antepasados invadieran esas naciones cuando Israel salió de Egipto, así que las rodearon y no las destruyeron. ¡Mira cómo nos pagan ahora, porque han venido para echarnos de tu tierra, la cual nos diste como herencia! Oh Dios nuestro, ¿no los vas a detener? Somos impotentes ante este ejército poderoso que está a punto de atacarnos. No sabemos qué hacer, pero en ti buscamos ayuda».”

La respuesta de Josafat a su situación imposible es una cura segura para la enfermedad del saltamontes. Quiero señalar siete Rs que espero que recuerdes, porque esta es la cura para ti cuando te enfermas de la enfermedad del saltamontes.

La primera R – Recita quién es Dios.

Nota que lo primero que hace Josafat es recitar las características y la naturaleza de Dios:

«Oh Señor, Dios de nuestros antepasados, solo tú eres el Dios que está en el cielo. Tú eres el gobernante de todos los reinos de la tierra. Tú eres fuerte y poderoso. ¡Nadie puede hacerte frente!”. (2 Crónicas 20:6).

El primer movimiento de Josafat fue recordarse a sí mismo y a su pueblo acerca de Dios y su poder. Y tiene que ser nuestro primer movimiento, también. Debemos volver a lo básico. Debemos tener un conocimiento profundo de la naturaleza de Dios. Eso significa que debemos llegar a conocer a Dios. ¿Eres capaz de recitar la naturaleza y el carácter de Dios? ¿Está firmemente establecido en tu corazón y mente? Cuando no hay respuestas, debemos comenzar recitando quién es Dios.

La segunda R – Recordar las grandes obras de Dios

Después de recitar quién es Dios, Josafat recuerda lo que Dios había hecho:

¿acaso no expulsaste a los que vivían en esta tierra cuando llegó tu pueblo Israel? ¿Acaso no les diste esta tierra para siempre a los descendientes de tu amigo Abraham? (2 Crónicas 20:7).

¿No es asombroso cómo se te va la memoria cuando estás en una crisis o cuando estás asustado? Se necesita un acto de tu voluntad para recordar lo que debes recordar. Pero es muy importante en estos momentos que recuerdes a propósito los milagros pasados de Dios en tu vida, su fidelidad hacia ti en los días pasados, sus obras de antaño, como lo hizo Josafat. Ese es un segundo paso muy importante para curar la enfermedad del saltamontes.

La tercera R – Recordar las promesas de Dios.

Nota que a continuación Josafat recuerda las promesas de Dios a los hijos de Israel. Él dice:

“Cuando enfrentemos cualquier calamidad… podremos venir a este lugar para estar en tu presencia ante este templo donde se honra tu nombre. Podremos clamar a ti para que nos salves y tú nos oirás y nos rescatarás”. (2 Crónicas 20:9).

La Biblia tiene promesas allí solo para ti, ¿lo sabías? ¿Has aprendido a acudir a la Palabra de Dios y pedir una promesa cuando te enfrentas a una situación imposible? Es una forma segura de escapar de las garras de la enfermedad del saltamontes. Una promesa de Dios traerá esperanza y te mantendrá en marcha cuando no veas una salida.

Recuerdo cuando comencé este ministerio en una estación en el área de Chicago hace años. Eso es todo lo que imaginé que sería, y estaba emocionada de que Dios me hubiera dado esa oportunidad. Luego, poco después, las oportunidades comenzaron a abrirse y me di cuenta de que este ministerio podría crecer y llegar a ser mucho más grande de lo que jamás había imaginado. Y yo estaba asustada; Sabía lo inadecuada que era para tal tarea. Sabía lo inexperta que era. Y yo realmente quería dar marcha atrás. Pero no podía negar que Dios había abierto las puertas de una manera milagrosa.

Entonces, me senté con mi Biblia y oré: “Señor, si este es un ministerio que tienes para mí, entonces por favor, dame una promesa a la cual aferrarme mientras me embarco en él, porque sé que habrá días y momentos en que querré dejarlo”. Bueno, mi lectura de ese día incluyó Isaías 50, y allí mismo, en ese capítulo maravilloso, está la promesa de Dios para mí. Permíteme compartirla contigo:

“El Señor Soberano me ha dado sus palabras de sabiduría, para que yo sepa consolar a los fatigados…. Debido a que el Señor Soberano me ayuda, no seré avergonzado. Por lo tanto, he puesto el rostro como una piedra, decidido a hacer su voluntad. Y sé que no pasaré vergüenza.”. (Isaías 50:4,7).

Esas palabras ahora están enmarcadas en mi oficina, y no puedo decirles cuántas veces he vuelto a esa promesa cuando estaba desanimada, cuando estaba cansada, cuando estaba cansada de la responsabilidad. Y esa promesa me ha sostenido y fortalecido para enfrentar el camino por delante una y otra vez.

¿Necesitas una promesa de Dios ahora mismo? Acude a su Palabra, pídela; Dios te dará una a ti también.

La cuarta R – Replantearle el problema a Dios.

Ahora, después de que Josafat había recitado quién es Dios, recordado lo que había hecho y recordado sus promesas, entonces, y solo hasta entonces, Josafat vuelve a plantear su problema. Y lo hace con franqueza. El ora:

» Ahora mira lo que los ejércitos de Amón, Moab y del monte Seir están haciendo. Tú no permitiste que nuestros antepasados invadieran esas naciones cuando Israel salió de Egipto, así que las rodearon y no las destruyeron. ¡Mira cómo nos pagan ahora, porque han venido para echarnos de tu tierra, la cual nos diste como herencia!  Oh Dios nuestro, ¿no los vas a detener? Somos impotentes ante este ejército poderoso que está a punto de atacarnos. (2 Crónicas 20:10-12a).

Josafat es realista sobre el problema. Dios nunca nos ha pedido que escondamos la cabeza en la arena y que pretendamos que nuestros problemas no existen. Pero en lugar de quejarnos y lamentarnos, debemos presentarle ese problema a Dios con toda la honestidad de nuestro corazón y decirle exactamente cómo nos sentimos al respecto. Eso fue lo que hizo Josafat. Ventilaba su ira y la injusticia de toda la situación. Pero lo hizo de la manera correcta a la persona correcta.

La secuencia es extremadamente importante. Vuelve a plantear el problema después de haber recitado quién es Dios, recordado lo que ha hecho y recordado las promesas que te hizo. Entonces estarás listo para enfocarte en el problema porque estarás centrado en Dios en lugar de estar centrado en ti mismo.

La quinta R – es la palabra Release que en español significa Entregar… entrega el problema a Dios.

Tan pronto como le presenta el problema al Señor, Josafat se lo entrega.

” No sabemos qué hacer, pero en ti buscamos ayuda”. (2 Crónicas 20:12b).

El admite su total incapacidad para resolver el problema. No pretende tener ninguna respuesta. Sino simplemente dice: “Señor, aquí está. Es tu problema, no el mío”.

Eso es lo que Jesús quiso decir cuando nos invitó a cambiar nuestra carga pesada por su carga ligera. Simplemente déjala a sus pies en reconocimiento de nuestra propia incapacidad para hacer algo al respecto. Eso es dejar el problema al cuidado de Dios. Es evidencia de que confiamos en él.

La sexta R – Regocíjate en la salvación de Dios.

Este último paso es realmente emocionante. Después de su oración, un profeta se levantó y dijo: “No teman ni se desanimen a causa de este gran ejército. Porque la batalla no es de ustedes, sino de Dios… No teman, no se desanimen. Salgan a enfrentar mañana, y el Señor estará con ustedes”. (2 Crónicas 20:15b, 17b).

Esa palabra de aliento no llegó hasta que Josafat le hubo entregado el problema a Dios. Cuando tú y yo seguimos aguantando, quejándonos y preocupándonos y tratando de arreglar las cosas nosotros mismos, retenemos el plan de liberación de Dios. Él está esperando ver tu acto de fe, que debe venir antes de la liberación.

Al día siguiente, mientras se sentaban para enfrentar a este enemigo imposible, Josafat los animó nuevamente a que saldrían victoriosos porque el Señor estaba peleando la batalla por ellos. Y nombró cantores que caminaran delante del ejército cantando al Señor y alabándolo por su santo esplendor. Esto es lo que cantaban: «¡Den gracias al Señor; su fiel amor perdura para siempre!»”. (2 Crónicas 20:21b).

Verás, entraron en la batalla regocijándose de haberla ganado. Estaban alabando a Dios por la victoria incluso antes de que se lograra. Y cuando llegaron al campo de batalla, todo lo que encontraron fueron cadáveres tirados en el suelo; los enemigos se confundieron y se mataron unos a otros. El ejército de Josafat ni siquiera tuvo que pelear. Tenían que presentarse; tenían que obedecer a Dios; tuvieron que enfrentarse al enemigo; tenían que reclamar la victoria por adelantado. Pero una vez que llegaron allí, la pelea había terminado.

Oh, qué grandes principios encontramos en este maravilloso ejemplo de fe. Es una cura segura para la enfermedad del saltamontes. ¿Cuál es tu imposibilidad hoy? ¿De verdad quieres dejar que Dios tome el control? Si es así, sigue el plan de Josafat y comienza por

  1. Recitar en voz alta quién es Dios.
  2. Recordar lo que ha hecho por ti.
  3. Recordar las promesas que te hizo.
  4. Replantear el problema, deletrearlo.
  5. Release : Entregar el problema a Dios.
  6. Regocíjate porque ya ha escuchado y respondido.

La séptima R – Es la palabra Rest que en español significa Descansa.

Ahora, hay una R más que es el resultado de seguir esta fórmula. Lo encontramos en ese mismo capítulo, versículo 30:

“Y el reino de Josafat estaba en paz, porque su Dios le había dado descanso por todas partes”.

¿Necesitas descansar un poco hoy? ¿Estás cansado de intentar pelear tus propias batallas? ¿Estás cansado de perderlas? Tal vez sea hora de que sigas el ejemplo de Josafat y entregues el problema a Dios y dejes que pelee la batalla por ti. Tienes que enfrrentar; tienes que obedecer; tienes que marchar al campo de batalla. Pero no tienes que pelear. Es la lucha de Dios, no la tuya. Pero primero debes dejarlo ir y darle el control a él.

Quiero que sepas que practico estas siete Rs con frecuencia, y cuando lo hago, siempre encuentro que es la cura para mi enfermedad de saltamontes. Es un gran destructor de estrés; es una gran manera de reducir tu presión arterial. Pero, sobre todo, es una gran manera de mostrarle a Dios que confías en Él.