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A menudo pienso en la famosa cita de Charlie Brown: “Amo a la humanidad; es a la gente a la que no soporto”. Son los pequeños y molestos hábitos cotidianos de las personas con las que nos relacionamos los que pueden resultar más agotadores y frustrantes que los problemas más importantes, ¿no crees? Por supuesto, no somos tan conscientes de nuestros propios pequeños y molestos malos hábitos que pueden resultar problemáticos para los demás, pero sin duda todos los tenemos. Por eso, quiero explorar contigo algunas de estas pequeñas molestias que pueden convertirse en obstáculos en las buenas relaciones.
Hábito molesto número uno:
Trabajas con una persona que llama a diario a su pareja o compañero y, como trabajas en un entorno abierto, no puedes evitar escuchar la conversación. Dependiendo de cómo se lleven en un día determinado, es posible que escuches una conversación desagradable con ira y acusaciones, o que escuches lo que suena como dulces murmullos de un bebé.
Obviamente, si tienes un puesto de supervisión sobre esta persona, debes abordarlo directamente con instrucciones claras: ese tipo de conversaciones deben ser en su tiempo personal y no en el tiempo de trabajo. Sin embargo, si tú no es el jefe de esta persona, puedes ser capaz de llamar la atención de tu compañero de trabajo de tal manera que vea el beneficio de cambiar ese hábito molesto.
Proverbios 17:27 dice: El verdadero sabio emplea pocas palabras; la persona con entendimiento es serena. Tus palabras deben ser elegidas con cuidado, pronunciadas con amabilidad y hechas con la motivación adecuada.
Por ejemplo, puedes encontrar el momento adecuado, un momento privado, para decir algo como: “Probablemente no eres consciente de que tus conversaciones con tu pareja pueden ser escuchadas por otras personas. Pensé en decírtelo porque sé que, si fuera yo, no querría que otros escucharan mis conversaciones personales. Tal vez quieras reservar esas llamadas para los momentos en que estés solo”.
Hay una lección que todos debemos aprender de esto: utilizar nuestro tiempo de trabajo para trabajar, no para robarle a nuestro empleador el tiempo que nos pagan por trabajar con conversaciones personales prolongadas, ya sea que otros las escuchen o no.
Como cristianos en el lugar de trabajo, estos pequeños hábitos molestos pueden dañar nuestro testimonio de Jesucristo, por lo que debemos asegurarnos de no ser culpables de ellos.
Hábito molesto número dos:
Tienes un compañero de trabajo que parece que nunca puede llegar a tiempo al trabajo. Alguien que llega tarde habitualmente no está cometiendo una gran falta; es simplemente un mal hábito molesto.
Encuentro que muchas personas que son culpables de llegar tarde habitualmente con frecuencia quieren justificarlo diciendo que trabajan hasta tarde para compensarlo o que tienen un viaje muy largo al trabajo, todo lo cual puede ser cierto. Pero los hechos son estos: si tu empresa tiene una determinada hora de inicio, todos deben llegar a tiempo constantemente. ¿Por qué? Porque es lo correcto.
Este es un problema de gestión. Si es importante que la gente llegue a tiempo, la dirección debe establecer las prioridades, comunicarlas con claridad y exigir responsabilidades a la gente. Debería haber algún tipo de consecuencia negativa para la persona que no cambie el hábito molesto.
Sin embargo, si no eres el jefe de esa persona, no hay mucho que puedas hacer. Una cosa que no quieres hacer es hacer comentarios sarcásticos o comunicar tu enojo con lenguaje corporal o palabras duras. Desafortunadamente, esto sucede con demasiada frecuencia. Las personas no enfrentan el problema real y, en cambio, muestran su descontento de otras formas ineficaces y desagradables.
Si la impuntualidad habitual de un compañero de trabajo está teniendo un impacto negativo directo en tu capacidad para hacer tu trabajo, podría ser una indicación de que es necesario abordarlo. Primero, trata de explicarle amablemente a ese compañero de trabajo la necesidad que tienes de que llegue a tiempo y ve si eso funciona. Pero recuerda, a menos que seas el jefe, no tienes la autoridad para exigirle nada a esa persona.
¿No es interesante cómo algo tan pequeño como este molesto hábito puede convertirse fácilmente en un verdadero problema entre dos personas y, con el tiempo, derivar en otros problemas más graves? Esto se debe a que nos concentramos en estas pequeñas cosas, permitimos que ocupen demasiado tiempo de nuestro pensamiento y desarrollamos una actitud con bastante rapidez.
Si no tienes poder para cambiar o abordar este molesto hábito de un compañero de trabajo, entonces es hora de dejarlo ir. Colosenses 3:13 nos dice: Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Simplemente déjalo ir, ¡no te matará!
Hábito molesto número tres:
Hay un compañero de trabajo que tiende a lamentarse y a quejarse mucho. Esto puede ser terriblemente molesto y, si no tienes cuidado, puede ponerte a su nivel; te encontrarás lamentándote y quejándote más de lo que deberías.
Una persona negativa puede envenenar el ambiente en el que trabajas. Solo hace falta una. Si trabajas con esa persona, primero debes aprender a ignorarla y no permitir que su charla negativa se infiltre en tu propia mente. Luego recuerda que la actitud de una persona siempre es su elección y que no tienes el poder de cambiar la actitud de nadie más. Por lo tanto, si tu compañero de trabajo elige lamentarse y quejarse mucho, tu mejor manera de lidiar con eso es responder de manera positiva. Hazlo de manera agradable y amable, pero con firmeza. No tengas miedo de ser positivo en presencia de una persona negativa.
Y, por supuesto, ora por esa persona. Debajo de ese exterior negativo hay algo más que está causando el problema. Es posible que nunca sepas exactamente qué es: podría ser un lastre de la infancia. Pero aún puedes orar para que Dios te ayude a responder con bondad, a tener simpatía por esa persona y a mostrarle misericordia y gracia incluso cuando no quieras hacerlo.
Es en estos pequeños asuntos de la vida donde tenemos la mayor oportunidad de demostrar el amor de Dios. Tal vez no con palabras ni citando las Escrituras, sino simplemente manteniéndonos alegres y en paz incluso cuando lidiamos con un compañero de trabajo negativo y molesto.
¿Alguna vez has pensado en tu propia tendencia a ser negativo? Hace años, finalmente comencé a prestar atención a mi propia actitud negativa y me di cuenta de que era mucho más negativa de lo que pensaba. Me escuchaba a mí misma diciendo muchas tonterías negativas durante un día determinada y comencé a controlar mi propia actitud. Es un muy buen hábito para adquirir, para asegurarnos de que no te has contagiado de la enfermedad de la negatividad.
Hábito molesto número cuatro:
Trabajas con alguien que te interrumpe continuamente, a veces por cuestiones relacionadas con el trabajo, a veces no. Pero las interrupciones a menudo son innecesarias y definitivamente afectan tu productividad, además de molestarte.
No hay duda de que una de las principales causas de pérdida de tiempo son las interrupciones. Cada vez que empezamos y dejamos de hacer algo, perdemos tiempo. Por lo tanto, debes pensar en formas creativas de evitarlas.
En primer lugar, determina si estás haciendo algo que fomente las interrupciones. Por ejemplo, cuando pasen por tu escritorio u oficina, no levantes la vista ni hagas contacto visual, ya que eso puede provocar una interrupción trivial. Y si ese plato de dulces que está sobre tu escritorio es demasiado atractivo, es posible que tengas que quitarlo.
En segundo lugar, para las interrupciones necesarias con preguntas relacionadas con el trabajo, puede ser útil establecer un tiempo diario para la interacción. Puedes sugerir que los dos se reúnan a primera hora de la mañana para repasar la agenda del día. Francamente, los gerentes pueden ser los peores interruptores, e incluso puedes sugerirle a tu jefe que una reunión diaria establecida podría ahorrarles mucho tiempo a ambos, solo para establecer la agenda y repasar las preguntas del día.
Es posible que tengas que ser un poco más asertivo y simplemente decirle al que interrumpe habitualmente: “Sabes, no tengo tiempo para charlar ahora. ¿Podemos hablar más tarde?”. Eso es mucho mejor que mostrar molestia a través del lenguaje corporal o palabras duras.
Obviamente, no se trata de un problema importante. Es solo una molestia. Pero estas pequeñas cosas pueden comenzar a acumularse y, antes de que te des cuenta, tienes un problema importante en tus manos. Por lo tanto, piensa en un enfoque positivo y agradable para intentar cambiar ese hábito molesto, pero no dejes que te haga responder mal.
Pablo escribió a los Colosenses: Que sus conversaciones sean cordiales y agradables, a fin de que ustedes tengan la respuesta adecuada para cada persona. (Colosenses 4:6). Al responder a las personas molestas, haz que este sea tu objetivo: ser amable y gentil.
Hábito molesto número cinco:
Un compañero de trabajo siempre está en modo de crisis y con frecuencia te pide que le “hagas un favor” y lo saques de apuros. Sin embargo, la razón por la que se encuentran en estado de crisis tan a menudo es porque postergan las cosas y las dejan todo para el último momento. ¿Se supone que debes seguir esforzándote y “hacerles un favor”, como te piden?
En Mateo 5, Jesús nos exhorta a poner la otra mejilla y hacer un esfuerzo adicional. No hay duda de que los cristianos deben hacer más de lo que deben. Por lo tanto, en ocasiones, cuando tu compañero de trabajo necesita un par de manos extra para hacer un trabajo, tú debes estar dispuesto a hacerlo. Pero no creo que Jesús quisiera que hiciéramos un esfuerzo adicional tras otro. Eso nos llevaría a convertirnos en alcahuetas, haciendo posible que otros eludan sus propias responsabilidades, lo que no es correcto ni para nosotros ni para la otra persona.
Entonces, con ese compañero de trabajo en modo crisis, tú podrías decirle: “Te ayudaré esta vez, pero en el futuro, puedes evitar esta crisis de último momento…” y luego explicar cómo se puede evitar, dejando en claro que no estarás disponible para ayudar en cada crisis que tenga. Nuevamente, estas palabras deben decirse con amor, desde una actitud de ayuda, no de fastidio.
Muchas veces es la forma en que dices las cosas lo que marca la diferencia. Puedes ayudar a esta persona a romper el mal hábito de la postergación combinando la voluntad de ayudar con un pequeño consejo dado con delicadeza. Quién sabe, tal vez incluso escuche y aprenda.
Recuerda, nadie está en tu vida por accidente, ni siquiera el molesto compañero de trabajo. Estamos llamados no solo a amar a la humanidad, sino también a amar a las personas que pueden ser molestas.