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Presentado por Lauren Stibgen

Esta noción de darse gracia a uno mismo va mucho más allá de cualquier consideración bíblica de lo que realmente significa la gracia. Nuestra sociedad nos dice repetidamente que disculpemos nuestros fracasos descansando en la gracia propia cuando no cumplimos con nuestras propias expectativas o las de los demás.

La verdad es que la verdadera gracia sólo la experimenta y extiende Dios. Por gracia hemos sido salvos sólo por fe. La gracia es un favor inmerecido de Dios y no podemos dárnoslo a nosotros mismos. La única manera en que podemos aplicar la gracia a nosotros mismos es caminar en la gracia de Dios. En 2 Pedro 3:18, se nos exhorta a crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Jesús dice: Bástate mi gracia, mi poder se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9). Pablo comenta que puede jactarse más gustosamente de su debilidad para que el poder de Cristo pueda reposar sobre él.

Jesús nos cubre en gracia. Sólo él es suficiente. Al reconocer que somos pecadores y salvos sólo por gracia, podemos centrarnos en el ejemplo que tenemos en Jesús. No podemos crecer en nuestra fe mirándonos a nosotros mismos. Es en la plenitud de esta comprensión (la gracia viene a través de la fe y Jesús es todo suficiente) que podemos mostrar gracia tanto a nosotros mismos como a los demás.

Cuando realmente nos detenemos y pensamos en la necesidad de la gracia, ésta tiene sus raíces en nuestro pecado. Y nunca podremos perdonarnos a nosotros mismos. Sólo Jesús puede cubrir nuestros pecados. El pecado no tiene dominio sobre nosotros ya que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. Romanos 6:14 nos recuerda que estamos bajo la gracia (favor gratuito) y eso es lo que experimentamos únicamente a través de Jesucristo.

Acabamos de empezar un año nuevo. A menudo consideramos este momento de renovación en el que nos hemos fijado nuevas expectativas sobre nosotros mismos, sobre nuestras relaciones o incluso sobre nuestro trabajo. Un nuevo calendario fresco. Tal vez hayas tenido un gran comienzo, pero tal vez, como Pablo, necesites reflexionar y jactarte con alegría de tu debilidad e incapacidad para hacerlo solo.

No podemos vencer nuestra naturaleza pecaminosa solos. Necesitamos a Jesús. En cada expectativa que nos fijamos o en cada momento en el que fallamos, lo que para mí es diario. Debemos recordar que debemos llevar todo esto a Jesús para experimentar la gracia.

No sólo experimentamos la gracia sino que, al reconocer nuestra debilidad, el poder de Cristo descansa sobre nosotros. Gracia=favor gratuito=Jesucristo=el poder de Cristo sobre mi vida.