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Hoy es el día en que nuestra amiga Fran tiene su primera reunión individual con su nuevo jefe, Ben Mason. Entonces, Fran está aprovechando la hora del almuerzo para orar por su reunión de las 2:00 p.m. Ella va a su auto, donde puede tener algo de privacidad, y comienza a orar.

“Señor, sé que mi vida está en tus manos y Ben no tiene control sobre mí; tú sí. Ayúdame a ver a Ben como tú lo ves. Recuérdame que lo amas tanto como a mí. Y guarda mis palabras cuidadosamente, Señor”.

Al pensar en sus propios miedos, el Señor parece impresionarla con este pensamiento: Ben también tiene miedo. “Por supuesto”, se dice Fran, “está tratando de ocultar su miedo con esta actitud dura”. Es como si le hubieran quitado un velo de los ojos y pudiera ver el miedo escrito en Ben.

Cuando llega a su oficina, Ben le pide que se siente y luego le dice: “Veo que has sido líder de ventas en la oficina varias veces, Fran. Supongo que crees que eres bastante buena”, y la mira con una sonrisa sarcástica.

“Disfruto el trabajo, Ben, y espero haber mejorado con el paso de los años”, responde Fran, tratando de evitar cualquier actitud defensiva.

“Bueno, si me preguntas, tus cifras son bastante anémicas para un líder de ventas. Deberías hacer el doble de negocios si eres tan buena. ¿Qué pasa? ¿No te gusta buscar nuevos negocios? Ben pregunta con tono acusatorio.

¿Qué dice ella? Se eleva otra silenciosa oración de emergencia y ella encuentra algunas palabras. “Bueno, Ben, obviamente, encontrar nuevos negocios es la parte más difícil del trabajo. Me imagino que debes haber sido muy bueno en nuevos negocios y espero aprender de ti para poder hacerlo mejor. Espero que compartas tus secretos”.

“Es un trabajo duro, Fran”, dice Ben, “y espero mucho más de ti de lo que has hecho en el pasado”.

“Si me dices exactamente qué esperas, sin duda haré todo lo posible para cumplir tus expectativas, Ben”, logra responder Fran.

“Esto es lo que espero”, dice Ben, y le dice cuántos ingresos espera de ella en los próximos seis meses. La cifra es casi el doble de su cuota actual y Fran tiene que recuperar el aliento. Tanto la ira como el miedo comienzan a apoderarse de su corazón y su mente.

Luego recuerda lo que Dios le mostró acerca de Ben: está asustado. Y ella dice: “Bueno, a decir verdad, Ben, este número es aterrador. Si intentabas infundirme miedo, supongo que lo has conseguido”, y lo mira con una leve sonrisa.

“Bueno, tal vez todo este lugar necesite una dosis de miedo. Esa es la nueva cuota y espero que la cumplas”, dice Ben. Luego la despide y ese es el final de su primer encuentro.