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¿Alguna vez has sentido que Dios te llevó a alguien justo en un momento en que tenía una gran necesidad de un amigo o un consejero?

“¿Cómo supiste que algo andaba mal?” Cynthia le pregunta a Fran entre sollozos.

“Solo la expresión de tu cara, supongo, Cynthia”, responde Fran. “¿Quieres hablar acerca de ello?”

“No, no quiero pero. . ” Cynthia duda. “Pero creo que voy a explotar si no hablo con alguien”.

“Bueno, te prometo que mantendré esta conversación confidencial, si eso ayuda”, dice Fran.

“Sí, bueno, lo hace. Parece divertido hablar de esto con alguien completamente extraño”, dice Cynthia.

“Pero sabes”, le asegura Fran, “no creo que haya sido un accidente que Dios haya puesto en mi corazón hablar contigo”.

“Sí, yo supongo que sí. Y de alguna manera es más fácil hablar con un extraño al respecto. Ya ves, yo… YO. . .He estado teniendo una aventura con un hombre casado…” Las palabras de Cynthia salen lentamente con mucho dolor.

“Umm, ya veo”, responde Fran, sin alarma. “¿Continúas con ese asunto ahora?” ella pregunta.

“Pues yo le sigo diciendo que no lo voy a ver más, pero cuando me llama me rindo”, responde Cynthia. “Verás, mi esposo me dejó con dos hijos hace cinco años y creo que me siento muy sola.”

“Cynthia, ¿quieres que hable contigo de manera directa?” Fran pregunta.

“Sí”, dice Cynthia, “supongo que necesito que me hablen con franqueza”.

“Bueno, entonces, lo primero que tienes que hacer es cortar absolutamente con esta relación, inmediatamente, finalmente, para siempre, sin más contacto de ningún tipo. Lo que sea necesario para evitar que se comunique contigo, eso es lo que tienes que hacer”, aconseja Fran. “¿Estás dispuesta a hacer eso?”

Cynthia guarda silencio. Fran se pregunta si fue demasiado fuerte, demasiado dura con ella. Pero escucha la voz de Jesús: “No digas nada, Fran. Le has dado un consejo bíblico que es correcto, así que déjala que lo piense. No retrocedas”.