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Fran tiene que lidiar con un compañero de trabajo que suele ser profano y obsceno. En una reunión, insiste en usar el nombre del Señor en vano y luego se disculpa sarcásticamente con Fran por herir sus sentimientos. Jesús ayuda a Fran a responder.
“En realidad, Bud, no me heriste los sentimientos, me heriste el corazón”, responde Fran.
De repente, toda la sala queda en silencio, y todos observan a Bud y Fran. A nadie le gusta mucho el lenguaje grosero de Bud, pero lleva años en la empresa, así que nadie lo confronta, ni siquiera la alta dirección.
Bud suelta una risa nerviosa. “¿Te dolió el corazón? ¿Qué quieres decir, Fran?”
“Bueno, solo quiero decir que cuando usas el nombre de Jesús así, me duele mucho porque es la persona más importante de mi vida. Es mi mejor amigo. ¿Qué te parecería si usara el nombre de tu mejor amigo, o de alguien cercano, de forma despectiva? Creo que te dolería el corazón, Bud, igual que tú me lastimaste el mío”, dice Fran. Y luego ella piensa: “Señor, ¿esas palabras las dijiste tú? ¡Nunca planeé decir eso!”
“Ay, Fran, te tomas las cosas demasiado a pecho. Así es como habla la gente”, responde Bud, visiblemente desconcertado por la respuesta de Fran. Se puede sentir la electricidad en el aire.
Jesús le da un codazo a Fran: es hora de sacar esta conversación de este foro público. Invítalo a comer.
¿Invitarlo a comer, Señor? ¿A Bud? No quiero comer con él; además, nunca aceptaría, responde Fran, pero Jesús insiste. Invítalo a almorzar, Fran.
Cuando Jesús la jala así, sabe que tiene que obedecer, así que Fran se vuelve hacia Bud: “¿Sabes, Bud? Esto sería una conversación interesante durante el almuerzo de hoy. ¿Qué te parece? Invito yo”.
“¿Me invitas a almorzar? ¿Crees que puedes soportarme tanto tiempo, Fran?”, pregunta Bud con una gran carcajada.
“Estoy segura, si crees que puedes soportarme a mí tanto tiempo”, responde Fran con una carcajada.
“De acuerdo, trato hecho. Nunca rechazo un almuerzo gratis”, responde Bud.
Durante toda la reunión, Fran le habla a Jesús sobre este próximo almuerzo con Bud. Señor, ¿qué le voy a decir a Bud?
Vas a hacerte amigo de Bud, Fran, y le dejarás ver cómo soy, cómo vivo en ti. ¿Cómo podrás lograrlo si nunca llegas a conocerlo?”, le explica Jesús a Fran.
Bueno, vale, pero probablemente sea esfuerzo en vano. «Bud es un caso perdido», piensa Fran.
Ay, Fran, muchas veces las personas que parecen menos propensas a querer conocerme son las que más anhelan. «Te sorprenderás», le informa Jesús.
Fran está aprendiendo que dar testimonio empieza por amar a las personas, pasar tiempo con ellas, conocerlas, incluso a las que parecen menos candidatas.