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Fran está luchando contra el desánimo. Me imagino que tú también has estado así en ocasiones, así que escucha y ve cómo Jesús le ayuda a Fran aprender a vencer el desánimo.
La noche anterior, Fran había descargado todos sus problemas en su amiga Louise, y Jesús le recordó que era mucho mejor contárselo a él, en lugar de desanimar a los demás quejándose con ellos. Después de todo, Jesús puede manejarlo y puede ayudar.
Esta mañana, sin embargo, ese sentimiento desalentador aún persiste mientras ella y los niños se preparan para salir de casa. “Vamos, niños”, dice con cansancio, “hoy ambos están dando largas. Vamos a llegar tarde”.
“Señor, no puedo vencer ese sentimiento desalentador”, le dice a Jesús mientras conduce hacia el trabajo. “Los problemas no desaparecen tan fácilmente”, dice. Se siente culpable por sentirse desanimada, pero ¿qué puede hacer? Está desanimada.
En ese momento le viene a la mente una canción: “Damos un sacrificio de alabanza. . .” Tararea algunas líneas. “Un sacrificio de alabanza… hmm. Supongo que debería alabar al Señor”, admite para sí misma. “Pero no tengo ganas de alabar a Dios en este momento”. Tan pronto como lo dice, sabe lo equivocada que está.
“No tengo ganas”, le dice al Señor, “pero eso es lo que significa dar un sacrificio de alabanza: alabar cuando no quieres. Requiere un sacrificio de mis emociones”.
“Alabado sea Dios”, murmura Fran para sí misma. Recuerda su método alfabético y, a medias, sintiéndose hipócrita, comienza: “Te alabo porque eres A: Amoroso; te alabo porque eres B: Bondadoso; te alabo porque eres C: Cariñoso; te alabo porque eres mi defensa.” Y continúa repasando el alfabeto, alabando a Dios mientras conduce por la carretera, obligándose a ofrecer un sacrificio de alabanza.
Cuando llega al estacionamiento, comienza a sentir un espíritu más ligero. Las cosas no pintan tan mal. Ha logrado algunos avances para vencer el desánimo que la hacía sentir tan miserable.
¿Estás desanimado hoy? Prueba un sacrificio de alabanza. Eso realmente marca la diferencia. El salmista dijo: ¿Por qué estás tan abatida, alma mía? ¿Por qué estás tan angustiada? En Dios pondré mi esperanza y lo seguiré alabando. ¡Él es mi salvación y mi Dios!”. (Salmo 42:5)