Play

Llevarse bien con los compañeros de trabajo no siempre es lo más fácil, ¿no es así? Estoy explorando nuestra historia de Fran y Jesús en el trabajo, cuando Fran se encuentra con un problema con una de sus compañeras de trabajo. Continúo con estos episodios porque muchos de ustedes me han dicho que realmente los ayudan a entender que Jesús está con ustedes todo el día en su trabajo y, como resultado, han estado practicando mejor su presencia.

En este día en particular, Fran se apresura a terminar una propuesta para una reunión temprana mañana con un nuevo cliente potencial. Ella piensa: “Estaré contenta cuando esto esté terminado; Marilyn hizo algunos cambios más. Ahora tengo que hacer que Joyce haga los cambios y lo vuelva a imprimir. Simplemente temo incluso acercarme a Joyce. Tiene una actitud tan pésima. Cuando le pides que haga algo, es tan amargada como un limón, es perezosa y su trabajo es deficiente”.

Ella puede escuchar la voz tranquila de Jesús que dice: “Sí, ella presenta un desafío para ti, ¿no es así?”

“Bueno, desafío es una buena manera de decirlo. ¡Ella me vuelve loca! Después de todo, ella es la asistente del departamento. Su trabajo es ayudarnos con estos proyectos. Pero actúa como si te estuviera haciendo un favor cuando hace su trabajo. Simplemente no soporto a la gente con actitudes perezosas”. Fran expresa sus sentimientos.

“Fran”, responde Jesús en voz baja, “no olvides que nadie está en tu vida por accidente”.

Fran se detiene para reflexionar sobre ese pensamiento. “¿Nadie está en mi vida por accidente? Sí, pero…” Fran hace una pausa. “¿Quieres decir, Señor, que has permitido deliberadamente que Joyce entre en mi vida? ¿Quieres causarme dolor y frustración? ¿Qué bien me hace Joyce?” Los pensamientos egocéntricos de Fran se hacen evidentes.

Una vez más, puede escuchar a Jesús decir: “Puede que no pienses que Joyce te está haciendo ningún bien, pero ¿te has olvidado de que a menudo trabajo en ti a través de otras personas? Y además, Joyce te necesita en su vida”.

Fran realmente no quiere escuchar eso. Sabe que debería ser compasiva y cariñosa con Joyce, pero eso es pedir demasiado. “Mira, Señor, todo lo que Joyce tiene que hacer es lo que le pagan por hacer. No se supone que deba tratarla con cariño cuando es tan perezosa, ¿o sí?

“No, no con mimarla, sino amarla”, responde Jesús. “Sabes, la amo, tanto como te amo a ti”.

Fran arruga la nariz. No es exactamente lo que quería escuchar.