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Presentado por Julie Busteed
¿Hay personas en tu vida con las que te cuesta llevarte bien o comprenderlas de verdad? Estoy examinando estrategias bíblicas para cultivar y construir relaciones sanas, y la comunicación es una herramienta clave.
Un versículo que quizás conozcas dice que todos deben ser prontos para escuchar, tardos para hablar y tardos para enojarse (Santiago 1:19b). Sinceramente, si todos practicáramos eso, creo que habría mucha menos falta de comunicación.
Analicemos esto. ¿Qué significa ser pronto para escuchar? Los estudios demuestran que una buena comunicación es esencial para las organizaciones. Marjorie North, experta en comunicación, dice que solo escuchamos la mitad de lo que se dice en una conversación. Es cierto, ¿no? Puedo distraerme con algo ajeno a la conversación o puedo empezar a formular una respuesta a algo que la persona dijo. No importa lo que me distraiga, me cuesta escuchar.
Tú y yo necesitamos practicar la escucha activa. Y me refiero a práctica; requiere mucha práctica. ¡Aparta las distracciones, y con esto me refiero al teléfono! Presta toda tu atención a la persona. Conozco a alguien que es muy bueno en esto. Puedo saber que cuando le hablo tengo toda su atención. Es maravilloso ser escuchado, realmente escuchado.
Otras maneras de ser lento para escuchar es repetir lo que crees haber oído a la persona. Y si no entiendes algo, haz preguntas aclaratorias. Intenta no interrumpirla.
¿Qué significa ser lento para hablar? Creo que debemos ser cuidadosos y reflexivos. Examina tus palabras antes de decirlas. Dependiendo del tema de la conversación, incluso podrías necesitar tiempo para pensar antes de responder.
¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así! (Proverbios 29:20).
Los que controlan su lengua tendrán una larga vida; el abrir la boca puede arruinarlo todo. (Proverbios 13:3).
Santiago también habla de nuestra lengua: lo que decimos y cómo nuestras palabras pueden bendecir o maldecir a otros. La compara con el freno que dirige un caballo o el timón que guía un barco. Lo que sale de tu boca no solo puede corromper todo tu cuerpo, sino también a los demás. El salmista ora: «Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios.» (Salmo 141:3). Y el apóstol Pablo anima a los efesios a no permitir que ninguna palabra malsana salga de su boca, sino solo la que sea útil para la edificación de los demás según sus necesidades, para que beneficie a quienes escuchan (Efesios 4:29).
La buena comunicación en las relaciones es necesaria. Es una habilidad que tú y yo podemos practicar y mejorar, pero debemos ser conscientes e intencionales.
