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Presentado por Lauren Stibgen
Mientras las mujeres de la Biblia esperaban, también experimentaron un resultado: en el tiempo de Dios. Hay otras mujeres que esperaron en la Biblia, y aunque no siempre recibimos una descripción de sus sentimientos, podemos ponernos en sus zapatos por un momento e imaginar cómo se sentían. Una de las historias de espera que más se pasa por alto se encuentra en el libro de Lucas.
Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera sanarla. Había gastado todo lo que tenía en médicos. Ella se le acercó por detrás, tocó el borde de su manto y al instante cesó su hemorragia. —¿Quién me ha tocado? —preguntó Jesús. Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo: —Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen.
—No, alguien me ha tocado —respondió Jesús—; yo sé que de mí ha salido poder.
La mujer, al ver que no podía pasar inadvertida, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.
—¡Hija, tu fe te ha sanado! —dijo Jesús—. Vete en paz. (Lucas 8:43-48).
Consideremos a esta mujer: sangró durante 12 años. Su salud física estaba enferma. Probablemente estaba muy incómoda y cansada.
Gastó todos sus ahorros en médicos. No sabemos si estaba en una situación económica acomodada, pero sí sabemos que estaba pasando por dificultades económicas debido a su condición. ¿Tenía miedo? ¿Estaba ansiosa?
En su época, esta condición se consideraba impura. Ella no podía adorar en el templo. Es probable que no pudiera casarse y no tuviera otra familia. Estaba aislada. ¿Estaba triste, enojada, sola, desesperada?
Lo que sí sabemos es que ella tenía una gran fe. Sabía que Jesús era un gran sanador y que era compasivo. A Jesús no le importaría que ella lo estuviera tocando, mientras que otros la habían considerado impura. Para Jesús, ella era perfecta y amada como su hija.
En su sanación, imaginemos ahora sus sentimientos. ¿Alegría, alivio, gratitud? Si bien no sabemos qué hizo a continuación, uno puede imaginar su alabanza por cómo Dios la había librado de sus luchas.
Cuando Dios te libera de la espera, ¿cómo respondes? ¿Le estás dando a él la gloria y alabanza? A principios de esta semana hablamos de esperar como sustantivo. Pero esperar también puede ser un adjetivo, es decir, ¡podemos estar activos en nuestra espera!