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Presentado por Lauren Stibgen

Ser un fiel seguidor de Jesucristo no nos hace perfectos de ninguna manera. En Romanos 7 versículos 18-20, Pablo lo resume bien.

Yo sé que, en mí, es decir, en mi carne, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí. (Romanos 7:18-20).

Estos versículos anteriores resumen el hecho de que, aunque sigo a Jesús, todavía soy propensa a pecar. A menudo podemos ver este pecado en los sentimientos que se manifiestan en la espera. Pero lo que olvidamos es que el tiempo de Dios es perfecto, no el nuestro.

Esta semana, definí los sentimientos que experimentamos al esperar y las preguntas que le hacemos a Dios como resultado de la diferencia entre lo que creemos que es un tiempo razonable para una respuesta o resultado y el tiempo que lleva que realmente que suceda, incluso si sucede. Es muy fácil para nosotros olvidar cuán grande es Dios. Cuando digo grande, no me refiero necesariamente a su bondad, sino a su omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia. Él todo lo sabe, todo lo puede y está en todas partes. Dios está en todas partes, en todo, en todo momento, incluso ahora mismo. Dios trasciende cualquier noción temporal y mundana que tengamos del tiempo.

Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como una vigilia de la noche (Salmo 90:4).

Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años y mil años, como un día (2 Pedro 3:8).

Estos dos versículos capturan cuán limitados somos en nuestro pensamiento sobre cómo Dios experimenta el tiempo.

Eclesiastés 3:11 es mi favorito sobre el tiempo de Dios.

Dios hizo todo hermoso en su tiempo, luego puso en la mente humana la noción de eternidad, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. (Eclesiastés 3:11).

Dios hace todo hermoso en su tiempo. Y lo que es más hermoso es que nos da la eternidad con él por medio de Cristo Jesús. ¡Esta buena palabra nos recuerda que no podemos comprender todo lo que él hace!

Las implicaciones de esperar son estas. El tiempo de Dios en todas las cosas es perfecto y, en nuestra espera, debemos recordar esto.