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Todos necesitamos aliento y ayuda a veces, ¿no es así? Al leer 2 Corintios 7, me di cuenta de que incluso el gran apóstol Pablo tuvo sus momentos malos cuando necesitaba a otras personas.

Porque cuando llegamos a Macedonia, este cuerpo nuestro no tuvo descanso, sino que fuimos acosados ​​por todo: conflictos por fuera, temores por dentro (2 Corintios 7:5).

¿No describe eso cómo te sientes a veces? ¿Conflictos por fuera, temores por dentro? Pero este es el gigante espiritual, Pablo, y nos sorprende darnos cuenta de que él tenía estos sentimientos. Solo debemos recordar que las posiciones de prominencia o responsabilidad no aíslan a nadie de ser humano. Pablo estaba cansado y temeroso. Necesitaba ayuda.

¿De dónde vino su ayuda? Continúa diciendo:

Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos consoló con la venida de Tito (2 Corintios 7:6).

Necesitaba un amigo a su lado que lo consolara, y por eso llegó Tito. Podríamos decirle a Pablo: “Pero ¿no era suficiente tener al Señor allí?” Y Pablo respondería: “El Señor estaba allí en la persona de Tito. Me consoló enviándome a Tito”.

Sí, de hecho, así es como debe funcionar el Cuerpo de Cristo. Dios quiere usarnos en la vida de los demás como mensajeros de consuelo y aliento, para levantarnos unos a otros en esos momentos cansados ​​y atemorizados de nuestras vidas. Dios nos ha dado unos a otros para ese propósito.

Pablo continúa diciendo que se sintió consolado por el buen informe que Tito le trajo sobre la preocupación de sus amigos en Corinto por su bienestar. Pablo necesitaba saber que aun se preocupaban por él, que no lo habían olvidado y que todavía lo amaban.

¿Con qué frecuencia perdemos estas oportunidades de ser el consuelo de Dios en las vidas de los demás? ¿Con qué frecuencia necesitamos estar al lado de un amigo cuando atraviesa días oscuros? O enviarle un mensaje (por mensaje de texto, correo postal o por teléfono) simplemente para decirle que importa.

Las tarjetas de Hallmark acuñaron la frase: “Cuando te importa lo suficiente como para enviar lo mejor”. Cuando nosotros, como cristianos, nos preocupamos lo suficiente por los demás, podemos enviar lo mejor de nosotros, que es el consuelo de Dios que se derrama a través de nosotros hacia quienes lo necesitan.

¿Hay alguien en tu vida hoy que necesita un Tito? Pídele a Dios que te lo muestre y permítele que te use como su agente de consuelo y aliento.