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Puede parecer contradictorio, pero “agradable” no es necesariamente el objetivo de un hacedor de paz. Jesús fue el hacedor de paz perfecto, y él es nuestra paz, pero a medida que estudias su vida en la tierra, verás que como hacedor de paz no siempre fue lo que llamaríamos “agradable”.
Hubo momentos en que dijo cosas difíciles que otros no querían escuchar. Hubo momentos en los que realmente interrumpió situaciones que estaban mal, como la gente vendiendo cosas en el Templo. Pero él siempre estaba haciendo lo que era bueno para los demás. Estamos llamados a ser hacedores de paz, lo que significa que si siempre eliges lo que dices o haces con base en la idea de que tiene que ser “agradable”, probablemente evitarás conversaciones difíciles pero esenciales. Te convertirás en un pacificador, no en un hacedor de paz.
Pero ser sincero no nos da licencia para ser duros. La mansedumbre es la palabra clave cuando estamos tratando de hacer la paz. Recuerdas que Jesús se describió a sí mismo como manso y humilde de corazón. Y Pablo escribió a la iglesia de Filipos que deberían dejar que su mansedumbre fuera evidente para todos.
Se requiere mansedumbre si quieres ser un hacedor de paz en situaciones difíciles. Después de todo, la mansedumbre es un fruto del Espíritu de Dios y siempre debe ser evidente en nuestras vidas. Es un rasgo que ayuda a traer paz y calma incluso en situaciones conflictivas. Es una forma clara de tratar con los demás que crea espacios seguros para abordar temas difíciles.
Jesús declaró que vino a darnos paz, su paz, no como la que da el mundo. Es un tipo diferente de paz, una que continúa incluso en lugares difíciles. Lo que nosotros, como seguidores de Cristo, debemos hacer es recibir diariamente la paz que él da para nuestras propias vidas, y luego compartir esa paz con quienquiera que Dios ponga en nuestro camino ese día. Qué testimonio podríamos tener para nuestro mundo si les mostráramos la paz de Cristo por la forma en que vivimos, y luego siguiéramos la directiva de nuestro Señor de ser hacedores de paz al ayudar a hacer la paz donde vivimos, donde trabajamos, con amigos cercanos y extraños
Cristo ha venido a darnos la paz; él es nuestra paz. Necesitamos estar seguros de que lo estamos demostrando a diario en nuestras vidas, y que somos hacedores de paz, personas que traen paz a situaciones turbulentas.