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Normalmente no pensamos en las cosas difíciles de nuestras vidas como inversiones, ¿verdad? ¿Puede ser cierto que las cosas difíciles por las que has pasado, las dificultades que has encontrado, los dolores de cabeza que has conocido (incluso tus pecados y fracasos) pueden verse como la inversión de Dios en ti? ¿Cómo puede ser eso la Equidad del Reino?

Bueno, la verdad es que a menudo son estas cosas difíciles las que nos impulsan a conocer a Dios, las que nos mantienen humildes, las que nos muestran nuestra total insuficiencia y nos obligan a depender de Dios. Dios nunca es el autor del mal, pero tiene esta manera maravillosa de convertir lo que alguien quiso hacernos para hacernos daño en algo que usa para bien, como lo hizo con José. E incluyen cosas como:

  • Tu experiencia de infancia. Si te privaron de lo que necesitabas cuando eras niño (amor, protección, seguridad), cualquiera de esos elementos básicos y, en cambio, soportaste algo de sufrimiento, eso es la Equidad del Reino.
  • Tus problemas de salud. Tal vez hayas enfrentado algunos temores reales sobre tu salud: eso es Equidad del Reino.
  • Tus dificultades financieras. Has perdido tu trabajo y te has enfrentado a fines de mes sin suficiente dinero para pagar tus cuentas: eso es Equidad del Reino.
  • Relaciones rotas. Ese matrimonio que se desmoronó, o ese amigo o familiar que está distanciado o alejado de ti, nuevamente, Equidad del Reino.
  • Decepciones en las personas. Ese hijo adulto que ha abandonado la iglesia y las verdades que le enseñaste acerca de Dios. Ese amigo que te traicionó. Ese jefe que te despidió: más Equidad del Reino.
  • Pérdidas significativas. Ese padre que murió, o pareja, hijo o amigo cercano, Equidad del Reino.
  • Pecados de tu pasado. Sí, incluso aquellas cosas de las que te avergüenzas, esos momentos en los que elegiste vivir en pecado y alejarte de Dios: equidad del Reino.

Todas estas son la Equidad del Reino que Dios quiere usar para bien en tu vida. Eso significa que ninguna de estas cosas carece de sentido. Dios no desperdicia nada, ni siquiera las tristezas y los dolores de cabeza.