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¿Cómo encontramos el equilibrio bíblico correcto en nuestras vidas, especialmente para nosotras, las mujeres que trabajamos? Piensa en tu abuela o bisabuela. ¿Tenía un trabajo fuera de su casa? Probablemente no. Probablemente trabajó más duro que tú, pero tuvo un papel mucho más limitado que tú. Dudo seriamente que alguna vez haya escuchado un mensaje sobre cómo equilibrar su vida. Eso habría sido desconcertante para ella.

Pero hoy tenemos muchas comodidades modernas que facilitan las tareas del hogar, cosas con las que ella nunca soñó y, como resultado, hemos acumulado muchos roles diferentes y nuestras vidas están mucho más fragmentadas que la de ella. Por ejemplo, considera todos los sombreros que usas o intentas usar. Tus sombreros pueden incluir esposa, madre, empleada, empleadora, cuidadora, trabajadora de la iglesia, limpiadora de casas, cocinera, chofer, consejera, ¡y la lista continúa!

El mundo nos aprueba en función de la cantidad de sombreros que usamos y el éxito con el que los hacemos malabares. Nuestra sociedad honra y reconoce a las personas que están ocupadas. Juzgamos la valía y el valor de las personas por la longitud de su lista de “cosas por hacer”. Con demasiada frecuencia nos jactamos de nuestras largas horas y usamos nuestro agotamiento como insignia de credibilidad.

Entonces, al tratar de usar todos estos sombreros, tú y yo tenemos el desafío de tomar mejores decisiones sobre nuestras actividades y cómo empleamos nuestro tiempo limitado. Quiero llegar al final de mi vida y escuchar a Jesús decir: “Bien hecho, sierva buena y fiel”, y estoy segura de que tú también. Seremos buenos mayordomos de nuestro tiempo y nuestros “sombreros” a medida que crecemos continuamente en nuestra capacidad de tomar mejores decisiones, basados ​​en la Palabra de Dios, no en nuestra cultura, no en las expectativas de los demás, no en nuestra propia mentalidad y prejuicios.

Mi mamá falleció a la edad de 95 años. Llevaba una vida muy sencilla como esposa y madre. Nunca fue una mamá futbolista, nunca tuvo una carrera, viajó muy poco, pasó sus días en su casa y en la Palabra de Dios. En su servicio conmemorativo, sus hijos y nietos la llamaron bienaventurada porque nos dejó un gran legado como una mujer piadosa que mantuvo su vida sencilla en equilibrio manteniéndose cimentada en la Palabra de Dios: leyéndola, memorizándola, enseñándola y amándola.

Sé que vivimos en una época diferente a la de nuestras abuelas, pero aun así necesitamos mantener nuestras vidas cimentadas en la verdad de la Palabra de Dios. Te animo a pensar en cuál será tu legado a tu familia y amigos.