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En general, vivimos en un mundo muy desagradecido. A nuestro alrededor podemos ver ejemplos de niños que no agradecen todo lo que sus padres han hecho por ellos, trabajadores que no aprecian su trabajo, estadounidenses que no aprecian el país en el que viven. La gratitud parece escasear.
Para muchas personas, la gratitud es difícil porque la vida es difícil. Para otros, la gratitud simplemente no está en su radar en absoluto. La vida gira en torno a ellos y creen que merecen todo lo bueno que les llega, por lo que ser agradecidos simplemente no encaja con sus actitudes. Y otros no son agradecidos porque simplemente dan por sentado las cosas buenas de su vida. Nunca se detienen a decir gracias.
¿Recuerdas esta historia de Lucas 17:11-19:
Mientras Jesús seguía camino a Jerusalén, llegó a la frontera entre Galilea y Samaria. Al entrar en una aldea, diez hombres con lepra se quedaron a la distancia, gritando: —¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros!
Jesús los miró y dijo: —Vayan y preséntense a los sacerdotes
Y, mientras ellos iban, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, cuando vio que estaba sano, volvió a Jesús, y exclamó: «¡Alaben a Dios!». Y cayó al suelo, a los pies de Jesús, y le agradeció por lo que había hecho. Ese hombre era samaritano.
Jesús preguntó: «¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?». Y Jesús le dijo al hombre: «Levántate y sigue tu camino. Tu fe te ha sanado.
Leemos esa historia y sacudimos la cabeza ante esos nueve tipos que nunca dieron las gracias. ¿Qué les pasa? Jesús los curó de una enfermedad horrible, ¿y ellos ni siquiera se molestan en volver y expresar su gratitud? Y note que Jesús también lo encuentra desconcertante. «¿No se encontró nadie que volviera a dar gracias a Dios, excepto este extranjero?», preguntó él. Sólo un hombre, y ni siquiera era judío.
¿Por qué nueve se fueron sin decir gracias? No se nos dice exactamente por qué, pero puedo imaginar que estaban tan emocionados por ser sanados de la lepra que, en lugar de agradecer a Jesús, volvieron a sus vidas, le dijeron a sus familias que estaban sanados y retomaron donde habían dejado antes de su terrible enfermedad. Todo se trataba de ellos y de la buena noticia de que habían sido sanados. Simplemente no se tomaron el tiempo ni el esfuerzo para decir gracias. No eligieron estar agradecidos.
Verás, estar agradecido y expresarlo son decisiones que tu y yo tomamos todos los días. Rara vez pasa un día sin que te ofrezca al menos un momento de agradecimiento. Pero me pregunto, ¿cuántos de tus días (y los míos) comienzan y terminan sin una palabra de agradecimiento que salga de nuestros labios? Jesús dijo: Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón (Lucas 6:45). Si nuestros labios no hablan palabras de agradecimiento es porque nuestro corazón no está lleno de agradecimiento. Hablamos de lo que hay en nuestro corazón.
Así que, mi desafío para ti es que elijas la gratitud todos los días. Si eres un seguidor de Cristo, esta debería ser una decisión obvia, porque es simplemente obedecer los principios establecidos en la Palabra de Dios. Aquí hay cuatro ejemplos, y hay muchos más:
Colosenses 2:6-7: Por lo tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, ahora deben seguir sus pasos. Arráiguense profundamente en él y edifiquen toda la vida sobre él. Entonces la fe de ustedes se fortalecerá en la verdad que se les enseñó, y rebosarán de gratitud.
Efesios 5:19b-20: cantando salmos e himnos y canciones espirituales entre ustedes, y haciendo música al Señor en el corazón. Y den gracias por todo a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
1 Tesalonicenses 5:18: Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.
Salmo 100:4: Entren por sus puertas con acción de gracias; vayan a sus atrios con alabanza. Denle gracias y alaben su nombre.
Por lo tanto, creo que debemos concluir que cuando somos verdaderamente ingratos, ya sea porque la vida es dura, o porque nos olvidamos de ser agradecidos, o damos por sentadas nuestras bendiciones, cualquiera que sea la razón, estamos en desobediencia. Y esto es un pecado. Lo sé, no lo consideramos pecado, pero la Biblia dice: “Si alguno sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado” (Santiago 4:17).
Eso debería ser suficiente motivación para que nosotros, como seguidores de Cristo, decididamos elegir la gratitud de manera habitual. Pero hay más. Los estudios han demostrado que las personas que practican activamente la gratitud aumentan su propio nivel de felicidad. En un estudio reciente, los investigadores asignaron al azar a un grupo de participantes que llevaría una lista semanal corta, de las cosas por las que estaban agradecidos, mientras que otro grupo enumeraba problemas o incluso eventos neutrales. Después de diez semanas, el primer grupo disfrutaba de una satisfacción vital significativamente mayor que los demás.
Estos investigadores explican que actuar feliz, independientemente de los sentimientos, convence al cerebro de procesar emociones positivas. Otras investigaciones demostraron que la gratitud estimula el hipotálamo, una palabra grande que significa la parte del cerebro que regula el estrés y produce la sensación de placer. Otro estudio de 2011 demostró que cuando a una persona se le muestra gratitud, esto afecta su comportamiento. A las personas enojadas se las puede desarmar con un simple “gracias”.
¡Pues claro! La Biblia nos dio esa buena noticia hace mucho tiempo. Los principios de Dios para nuestras vidas están ahí para hacemos mejores. Y así es cuando elegimos ser agradecidos.
Recuerdo haber leído un libro titulado Thank You Power: Making the Science of Gratitude Work for You (El poder de agradecer: cómo hacer que la ciencia de la gratitud funcione para ti) de Deborah Norville. Fue escrito desde la perspectiva de que debes ser una persona agradecida porque la gente te querrá más. Tendrá efectos positivos en tus metas profesionales, mejorará tus relaciones, etc. Todo esto es cierto. Pero nuestra motivación como cristianos debe estar en un nivel mucho más alto: debemos esforzarnos por ser personas agradecidas porque queremos agradar a nuestro Salvador. Debemos esforzarnos por ser personas agradecidas porque tenemos muchísimo por lo que estar agradecidos. Debemos esforzarnos por ser personas agradecidas porque queremos representar bien a Jesús ante el mundo que nos rodea.
Pero debemos decidir elegir la gratitud; no sucederá por sí sola. El primer paso es orar por un corazón agradecido. Ora para que reboses de gratitud. Tómate en serio el ser una persona agradecida; conviértelo en una meta. Y luego, establece algunas disciplinas que te ayuden a recordar practicar la gratitud.
Aquí están mis sugerencias para elegir el agradecimiento diariamente:
- Haz que lo primero que digas cada mañana sean palabras de agradecimiento. Si vives solo y no tienes a nadie con quien hablar, habla en voz alta contigo mismo. Di algo por lo que estés agradecido. Si estás casado o vives con familiares, di palabras de agradecimiento al principio de tu conversación matutina. Puede ser algo tan sencillo como: “Estoy tan agradecido por este hermoso día”, o algo aún más contundente: “Estoy muy agradecido por ti”. Coloca una nota adhesiva en tu espejo que diga: “Di algo agradecido esta mañana”, solo para recordarte que debes hacerlo. Ahora bien, esto puede sonar cursi para ti, pero estoy totalmente convencida de que la mayoría de nosotros simplemente no recordamos decir palabras de agradecimiento. Es un problema de memoria, así que ayudemos a nuestra memoria con recordatorios sencillos. Y decir palabras de agradecimiento temprano en el día, es una manera de comenzar bien el día. Ya sabes, tu día se gana o se pierde en las horas de la mañana, así que comienza con el agradecimiento y observa cómo te cambia a ti y a tu día, y cómo afecta positivamente a quienes te rodean.
- Usa el alfabeto de agradecimiento para recordarte que debes ser agradecido. Simplemente repasa el abecedario pensando en una cosa por cada letra por la que estás agradecido. Puedes hacerlo solo o en grupo. Es divertido y alimenta tu mente con un refuerzo positivo de toda la bondad de Dios para ti. Eso cambia tu forma de pensar, lo que cambiará tu forma de hablar, lo que simplemente mejorará tu actitud y tu día significativamente. Es una excelente manera de enseñar a tus hijos a ser agradecidos, ¡y puedes hacerlo mientras viajas en auto o cenando!
- Envía una nota de agradecimiento a una persona cada día, o al menos cada semana. Simplemente decide decir “Gracias” de una manera concreta a alguien. Pídele a Dios que traiga a tu mente personas que merezcan algo de gratitud, ya sea por lo que han hecho por ti personalmente, lo que hacen por los demás o simplemente por quiénes son. Es fácil hacerlo ahora con el correo electrónico, los mensajes de texto y las redes sociales. Te lleva poco tiempo y podría ser un gran estímulo para otra persona.
- Convierte cada queja en alabanza. Simplemente empieza a prestar atención a los momentos en que empiezas a ser negativo. Detente a mitad de camino y piensa cómo puedes convertirlo en alabanza o agradecimiento. Por ejemplo, empiezas a decir: “Estoy tan cansado de la lluvia…”, pero te detienes a tiempo y en lugar de eso dices: “Estoy tan agradecido por la lluvia. A la gente de muchos otros lugares le encantaría tener este tipo de lluvia”. Y eso, por supuesto, es muy cierto.
- Comienza cada oración con agradecimiento. El Salmo 100:4 dice: “Entren por sus puertas con acción de gracias; vayan a sus atrios con alabanza.”. Es bastante sencillo, ¿no? Así que, simplemente hazlo.
- Sé agradecido por las pequeñas cosas que das por sentado cada día. Simplemente haz oraciones interiores de agradecimiento por el olor del césped cortado, la luna llena que te quita el aliento, la canción que acabas de escuchar y que te recuerda días felices, la forma en que tu perro (o gato) te ama incondicionalmente, el sabor del chocolate. Hay tanto, y si simplemente respiras oraciones interiores de acción de gracias a lo largo de tus días, te prometo que harás una diferencia.
Ahora bien, la cuestión es la siguiente: debemos elegir la gratitud no solo cuando tenemos ganas de hacerlo, sino, sobre todo, cuando no tenemos ganas. En esos momentos, la necesitamos más que nunca. No creamos en la vieja idea de que sería hipócrita o falso dar gracias cuando no nos sentimos agradecidos. Eso es solo una excusa. ¡Rebélate contra tus emociones y decide estar agradecido, tengas ganas o no!
Por cierto, tus emociones son barómetros poco fiables y, si permites que dicten tu comportamiento, tendrás muchos problemas en muchas áreas. Tus emociones deben aprender a ser sirvientes de tu voluntad, y cada uno de nosotros debe querer hacer la voluntad de Dios. Como hemos visto, Dios quiere que tú y yo elijamos la gratitud, que desbordemos de gratitud. ¿Por qué no hacemos esto por todas las buenas razones que hay: para hacer nuestras propias vidas mucho más felices, para bendecir a las personas que nos rodean todos los días, para hacer que Jesús se vea bien ante aquellos que aún no lo conocen como nosotros, y lo más importante, en obediencia a nuestro Señor, y así mostrarle que los amamos?.