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Presentado by Lisa Bishop

¿Es tu vida un testimonio de perdón?

Cuando alguien miente sobre ti, un amigo o familiar te traiciona, o un compañero de trabajo dice palabras duras o despectivas, ¿extiendes gracia y trabajas para perdonar, o eres propenso a guardar rencor?

1 Juan 2:9-10 dice,

“El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz y no hay nada que lo haga tropezar.”

Estos versículos hablan específicamente de nuestra relación con nuestros compañeros creyentes. Pero el llamado a amar y vivir en la luz de Jesús se aplica a cada relación e interacción que tenemos. El apóstol Juan enseña que no puedes decir que amas a Jesús y vives en su poder, cuando albergas odio. Quizás estés diciendo: “Yo no odio a nadie”. Odio es una palabra fuerte, pero no nos obsesionemos con eso porque Juan yuxtapone el odio con el mandamiento supremo de amar. Cualquier cosa que no sea amor, incluso el más mínimo disgusto por alguien, puede hacernos caminar en la oscuridad. Junto con el odio viene alguna forma de falta de perdón, que es un obstáculo. No se puede caminar en la luz y odiar al mismo tiempo, y el odio tiene una forma de gobernar nuestras vidas.

El poder del evangelio descansa en el perdón que tú y yo recibimos mediante la sangre expiatoria de Jesús. Derramó su sangre por personas que lo abofetearon, escupieron, se burlaron de él, gritaron palabras crueles, personas que amenazaron su vida y finalmente lo colgaron en una cruz. Cuando perdonas a los demás, tu vida se convierte en un testimonio del evangelio de Jesucristo. Cuando perdonas, tu vida se convierte en testigo del perdón y de la gracia salvadora de Jesús.

En sus últimos días en la tierra, en el momento mismo de ser traicionado y perseguido por sus enemigos, Jesús deja a sus discípulos con estas palabras.

“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:34-35).

Como dice el refrán, “Las acciones hablan más que las palabras”.

La forma en que nos tratamos unos a otros habla más que las doctrinas cristianas que enseñamos. Deja que tu vida sea un desbordamiento del amor sobrenatural de Dios. Deja que tu vida sea testigo del perdón.