Play

¿Cuál crees que es la razón predominante subyacente por la que tantos cristianos hoy en día no están viviendo vidas victoriosas, no son efectivos para Jesucristo? ¿Por qué tantos están consumidos por el miedo y la ansiedad, por la duda y la desesperación? Piénsalo por un minuto.

Al mirar hacia atrás en mi vida y observar a muchos otros, he llegado a esta conclusión: el problema básico que tenemos muchos de nosotros los cristianos es que tenemos miedo de confiar en Dios. Oh, cierto, hemos aceptado a Cristo y su salvación, pero confiar en Dios con cada aspecto de nuestras vidas infunde miedo en nuestros corazones. Y debido a esto, nunca conocemos la vida triunfante y llena de gozo que Dios ha destinado para nosotros.

Durante diez años en mi propia vida, luché contra el Señorío de Jesucristo, dirigí mi propio show y desperdicié valiosas oportunidades para Dios, porque estaba consumida por este temor de confiar en Dios. Oh, no lo reconocí en ese momento, pero luego me di cuenta de que debajo de mi rebelión contra el control de Dios en mi vida, había un temor básico de que no podía confiar en él.

¿Podría ser ahí donde te encuentras ahora mismo: ¿Asustado de muerte por confiar real y totalmente en Dios? ¿Te aferras a los controles de tu vida como si dijeras que crees que puedes diseñar las circunstancias y los eventos de tu vida mejor que Dios?

Lo que finalmente tuve que enfrentar fue que mi temor de confiar en Dios era el resultado de mis conceptos erróneos del carácter y la naturaleza de Dios y de sus intenciones y motivaciones. ¡Operaba bajo el temor de que Dios me castigara por los fracasos pasados privándome de la felicidad futura, y tenía miedo de que me dirigiera por caminos que no quería tomar!

También he llegado a comprender que el temor de confiar en Dios es simplemente pecado, el pecado de la incredulidad. Realmente no hay mayor pecado contra el Dios Santo que tratarlo como si no se pudiera confiar en él.

A través de varios eventos, Dios comenzó a abrirse paso hacia mí. Y en los años transcurridos desde entonces, he comenzado a aprender a confiar en Dios. ¡Que cambios! Qué transformación ha ocurrido en mi vida.

Miro hacia atrás y digo: “¿Por qué no confié en él antes?”