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Una conocida oración del apóstol Pablo es un rico ejemplo del poder de la oración de intercesión.

La oración de intercesión es el privilegio de pedir a Dios en nombre de otros. No nos preocupamos por nuestras necesidades sino por las necesidades de los demás.

Me encanta orar por la gente, y cuando alguien me dice que está orando por mí, me siento amada, vista y profundamente cuidada. Ha habido temporadas en mi vida en las que las cargas se han sentido muy pesadas. He estado ansiosa, preocupada y necesitando desesperadamente la dirección y el consuelo de Dios. En momentos de dificultad, inexplicablemente me invadían olas de paz y consuelo y sentía una sensación de “polo a tierra”. Entonces me enteraría de que un amigo estaba orando por mí. Las oraciones de mis amigos me han sostenido y animado en momentos de dificultad.

Puedes orar fácilmente por las necesidades de los demás. Por su salud, trabajo, problemas financieros, problemas maritales, relaciones rotas, sueños, deseos y anhelos insatisfechos. Y una de las cosas más grandes por las que puedes orar es su crecimiento espiritual y un amor, confianza y fe crecientes en Jesús; junto con un conocimiento creciente de su amor por ellos y su poder obrando en sus vidas.

En Efesios, Pablo oró una poderosa oración por los creyentes y una que nosotros también podemos orar:

“pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.

Y ahora, gloria sea a Dios, que puede hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que actúa en nosotros. ¡Gloria a Dios en la iglesia y en Cristo Jesús, por todos los siglos y para siempre! Amén” (Efesios 3:16-21).

Uno de los regalos más grandes que podemos dar a la gente es el regalo de orar por ellos. ¿Quién es alguien por quien puedes interceder en oración? ¿Quién es alguien por quien puedes ir a la batalla, pidiéndole a Dios en su nombre? Escribe su nombre en tu diario y comprométete a orar por ellos. Ve cómo Dios obra en ti y cómo se encuentra con ellos mientras eres fiel en la oración.