Play

Tengo una pregunta para ti. ¿Cómo estás? No, de verdad, ¿cómo estás? ¿Cuáles son las cosas que más consumen tus pensamientos? ¿Cuál es la preocupación, inquietud o incertidumbre, tal vez una decepción, una necesidad insatisfecha, un anhelo o una pérdida que pesa en tu mente?

Si hicieras un chequeo en tu corazón y tu alma, ¿qué notarías? ¿Estás exhausto, cansado, estresado, enojado o agotado? ¿Te sientes abrumado o con exceso de trabajo? En el ajetreo de la vida, es importante tomarse el tiempo para hacer un autochequeo y medir nuestras almas. Porque seamos realistas, la vida puede ser difícil y es fácil agotarse.

¿Cómo experimentas la renovación, el refrigerio y la fuerza sobrenatural en tu vida? ¿Cómo recibes sustento en tiempos difíciles y creces en tu capacidad de experimentar el poder divino y la presencia de Dios? Quiero recordarte el poder de la oración. Ahora, antes de que digas: “Ya sé acerca de la oración”, mi pregunta es, ¿con qué constancia practicas el poder de la oración?

Leí una cita que decía: “Si quieres que tu vida experimente el poder divino, debe ser una vida de oración”. Con demasiada frecuencia, puede ser fácil pasar por alto la transformación que proviene de la oración porque somos propensos a dejarla en un segundo plano. Pero podemos experimentar la presencia y el poder divinos en mayor grado en nuestras vidas.

Si lo piensas, ¿cuáles son las razones por las que no hacemos de la oración un hábito diario? Siendo brutalmente honestos, realmente no creemos que la oración funcione. O como Dios ya sabe lo que estamos pensando, ¿por qué necesitamos orar? Y con demasiada frecuencia el viejo “estoy demasiado ocupado” puede convertirse en una barrera para una vida de oración.

Si crees que tienes demasiado tiempo para orar, solo necesitas mirar a Jesús, quien modeló la oración y cuya vida señala no solo la necesidad de la oración, sino también la práctica de la oración en el ajetreo y las exigencias de la vida. En Lucas capítulo 5, vemos que multitudes de personas venían a escuchar a Jesús enseñar y ser sanados de su enfermedad, y luego dice: “Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar.” (Lucas 5:16). En medio de su ministerio, sanidad y enseñanza, Jesús nos señala el poder de la oración.

En el ajetreo y el bullicio de la vida, es tan fácil estar en piloto automático, yendo a la velocidad de la luz, que olvidamos tomarnos el tiempo para reducir la velocidad y alejarnos de las multitudes y orar.

Retirarse de las multitudes no significa necesariamente ir a una montaña o a un lugar rural, aunque eso suene muy bien. Puede ser simplemente levantarse temprano en la mañana antes de que comiencen las demandas del día. Sentarse en un lugar tranquilo en tu casa o apartamento, aunque sea por unos minutos antes de comenzar tu día, para venir ante el Señor y en la quietud de su presencia, orar. Por supuesto, la oración no está reservada solo para las horas de la mañana. No hay un momento del día adecuado para orar, es algo que puedes hacer a lo largo del día.

Cuando pasas tiempo en oración, haces espacio para escuchar a Dios y para que el Espíritu Santo guíe tus pasos y transforme tu corazón. Tener una vida de oración vibrante es una práctica espiritual significativa entre los seguidores de Jesús. La oración te posiciona para derramar tu corazón para que puedas llenarte y experimentar una conexión profunda con el Señor.

En el Salmo 116 el salmista dice: “Yo amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida.” (Salmo 116:1-2).

Me encanta el recordatorio a lo largo de la Biblia de que Dios inclina su oído hacia nosotros. Él escucha atentamente. Se deleita en escuchar tu voz.

A lo largo de los años he luchado para orar. Especialmente en los momentos en que me sentía distante de Dios, me resultaba muy difícil querer hablar con él. A veces ni siquiera sabía por dónde empezar. Y luego leí un libro que sugería comenzar cada día con la oración del Señor. En el evangelio de Mateo, Jesús les dio a sus discípulos y a nosotros, un modelo para la oración. Incluso si comienzas con 15 segundos al día, recitar esta oración en voz alta es una excelente manera de comenzar a crear el hábito de venir intencionalmente ante Jesús. Yo personalmente recomendaría orar de rodillas. Hay algo acerca de la postura de inclinarse ante el Señor que es transformador en sí mismo.

Antes de que Jesús diera instrucciones en el libro de Lucas sobre cómo orar, es interesante notar que dice: “porque tu Padre sabe exactamente lo que necesitas, incluso antes de que se lo pidas”. Y, sin embargo, Jesús todavía dice: “Debes orar”.

Estoy segura de que estás familiarizado con el modelo de oración de Jesús, pero veámoslo de nuevo. Mientras lees las mismas palabras de Dios, trata de entenderlas de una manera nueva y fresca. Pídele al Espíritu Santo que te ilumine algo, que destaque algo que tal vez no hayas notado antes.

Jesús dice: “Y cuando oren, oren así”. “‘Padre nuestro que estás en el cielo, que sea siempre santo tu nombre. Que tu reino venga pronto. Que se cumpla tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo. Danos hoy el alimento que necesitamos, y perdónanos nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros. No permitas que cedamos ante la tentación, sino rescátanos del maligno.” (Mateo 6:9-13).

Una cosa a tener en cuenta es que esto no es una receta para la oración. Debe entenderse como un ejemplo de un patrón para la oración. Nos da ingredientes para la oración. Echemos un vistazo más de cerca de cómo Jesús nos enseña a orar.

Vemos que en la apertura Jesús se dirigió a Dios como Padre. Reconocer a Dios como Padre es una expresión de afecto y confianza. Significa la relación cercana e íntima de un padre y su hijo y Jesús nos recuerda la relación cercana que tenemos con Dios. También vemos que Jesús comenzó con la adoración.

En “Padre nuestro que estás en el cielo, que sea siempre santo tu nombre”, enseguida Jesús quita el foco de nosotros y dirige nuestra atención a Dios. Él nos enseña a comenzar nuestras oraciones reconociendo al Dios a quien oramos y a adorarlo y alabarlo por lo que es.

Cuando te acercas a Dios el Padre en alabanza y adoración, pones en perspectiva tus preocupaciones y ansiedades a medida que vuelves tu atención a Dios y fijas tus ojos en Jesús. O como dice mi amiga Nicole, “levanta la mirada”, ¡sigue mirando hacia arriba!

Puede ser tentador enfocarse en tus circunstancias y mirar a Dios, en lugar de mirar tus circunstancias y enfocare en Dios. Recordar y adorar a Dios por su carácter, su santidad, y que Dios es tu protector, defensor y proveedor. Dios es tu amparo y fuerza, tu fortaleza. Él es digno de confianza y es fiel. Él es omnisapiente y todo suficiente. Él es un Padre amoroso que te invita a su presencia. Él realmente se preocupa por ti. Esta es una parte poderosa de la oración.

¿Cuál es tu visión de Dios cuando le oras? Nuestra visión de Dios puede obstaculizar nuestras oraciones a Dios. Si estás en una época en la que estás luchando en tu fe, te resulta difícil creer que Dios es quien dice ser, pídele a algunos amigos que oren por ti. En los momentos en que la vida ha sido desafiante, he pedido a algunos amigos fieles y de confianza que oren por mí. Sé que sus oraciones me ayudaron y me sostuvieron en tiempos difíciles. Tal vez estés en una época en la que tu fe es fuerte y tu vida de oración es sólida. ¿Quiénes a tu alrededor están luchando? ¿Por quién puedes orar? ¿A quién puedes acompañar para sostener en oración?

La frase “Que tu reino venga pronto. Que se cumpla tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo.” es, en última instancia, orar por el plan de Dios en tu vida y en el mundo, no por tu propio plan. Es una verdadera posición de entrega, confiando en que los planes y caminos de Dios son más altos que los tuyos. Jesús modeló esta oración en Mateo 26:39. Conociendo su inminente arresto, crucifixión y muerte, vemos que “se postró rostro en tierra y oró: “¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía”.

Especialmente en medio del sufrimiento y el anhelo insatisfecho, es difícil confiar en Dios. Orar para que se haga la voluntad de Dios es pedirle a Dios que te dé fuerza y ​​gracia para entregarle todo a él y confiar en él.

Más adelante en el modelo de oración del Señor, se nos anima a pedirle a Dios las cosas que necesitamos en “Danos hoy el alimento que necesitamos”. Este es un recordatorio de que Dios nos invita a orar lo que está en nuestro corazón y a presentarle nuestras necesidades, deseos y esperanzas.

Filipenses 4:6-7 dice: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.” Cuando le pedimos a Dios nuestro pan de cada día, en última instancia, confiamos en él para que nos proporcione lo que sabe que necesitamos.

Filipenses 4:19 nos recuerda lo que es verdad. “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”. Esto es especialmente difícil de creer si estás pasando por momentos difíciles, como la pérdida del trabajo, conflictos familiares, soledad, tensión marital o estrés financiero. Si estás luchando por confiar en la fidelidad de Dios, clama a él. “Jesús, por favor ayúdame a ver todas las formas en que estás proveyendo para mis necesidades en esta temporada”.

“y perdónanos nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros”, nos recuerda confesar nuestros pecados a Dios y alejarnos de ellos, y perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros. Cuando confiesas tu pecado a Dios, él es fiel y justo para perdonarte y experimentas una mayor intimidad con él porque se quita la barrera que los pecados causan en tu corazón. Perdonar a alguien que te ha lastimado o agraviado también es una parte importante de tu vida de oración. Puede que tus sentimientos no estén presentes al principio, pero por fe pídele a Dios que te ayude a perdonar con un corazón sincero. Dios obrará en tu corazón a medida que perdones en obediencia.

Y finalmente, la conclusión del Padrenuestro, “No permitas que cedamos ante la tentación, sino rescátanos del maligno”, es una súplica de ayuda para lograr la victoria sobre el pecado y una petición de protección contra los ataques del demonio. Todos los días enfrentamos batallas espirituales. Algunas son obvias, mientras que otras son sutiles. Enfrentarás tentaciones que tratarán de alejarte de Dios. Tienes un enemigo que quiere desanimarte y no quiere que confíes y sigas a Jesús. ¡Así que hará todo lo posible para distraerte con dardos de fuego que vienen en forma de acusaciones, mentiras, culpa, desesperación, dudas y desánimo! Como resultado, un ingrediente de la oración es pedirle protección a Dios. Cuando estés enfrentando una tentación y una batalla espiritual, no intentes pelear la batalla por tu cuenta. Acude a Jesús en oración y ten presente el recordatorio del apóstol Pablo en Efesios 6:10-

Una palabra final: sean fuertes en el Señor y en su gran poder. Pónganse toda la armadura de Dios para poder mantenerse firmes contra todas las estrategias del diablo. Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales.

Por lo tanto, pónganse todas las piezas de la armadura de Dios para poder resistir al enemigo en el tiempo del mal. Así, después de la batalla, todavía seguirán de pie, firmes. Defiendan su posición, poniéndose el cinturón de la verdad y la coraza de la justicia de Dios. Pónganse como calzado la paz que proviene de la Buena Noticia a fin de estar completamente preparados. Además de todo eso, levanten el escudo de la fe para detener las flechas encendidas del diablo. Pónganse la salvación como casco y tomen la espada del Espíritu, la cual es la palabra de Dios.

Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión. Manténganse alerta y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes en todas partes”.

Si eres nuevo en la oración o tal vez has perdido tu pasión por la oración, comienza tu día con el Padrenuestro como guía para ayudarte a adorarlo. Pídele lo que necesites. Confía en su provisión. Confiesa tu pecado. Perdona a otros. Y ora para que Dios te ayude a guiarte y protegerte.

Tómate un tiempo intencional para construir tu vida de oración y reforzar tu fe en Él. y recuerda las palabras del Salmo 116:2: “Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida”.