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El poder de la gratitud. Mientras ordenaba mis pensamientos para este devocional, me asombró e inspiró darme cuenta de lo absolutamente crucial que es para nosotros, los que afirmamos que Cristo es nuestro Salvador, tener corazones agradecidos. Es incluso más importante de lo que pensaba.
Alguien dijo que la gratitud es el camino más rápido hacia el gozo. El gozo es lo que queremos y lo que necesitamos porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza. ¿No sabes que el enemigo de tu alma quiere robarte el gozo porque eso te debilita y te deja al margen? Puede suceder muy rápido, antes de que te des cuenta. ¿Cómo sucede? Te olvidas de ser agradecido y comienzas a compadecerte, o te quejas con alguien, o te quejas en tu propia alma.
La gratitud y un espíritu de queja no se llevan bien. Se eliminan mutuamente. Cuando tu corazón está lleno de gratitud, ese espíritu de queja, esa autocompasión simplemente no puede arraigarse. Pero cuando te olvidas de hacer la voluntad claramente expresada de Dios (dar gracias en todas las circunstancias), entonces la gratitud se ve anulada por las quejas y los agravios.
La gratitud tiene el poder de darte alegría pase lo que pase. Y esa gratitud hará que fijes tu mente en todo lo que tienes en Jesús. Jesús es la razón por la que podemos y debemos estar siempre agradecidos. Así lo expresó Pedro:
Ustedes aman a Jesucristo a pesar de que nunca lo han visto. Aunque ahora no lo ven, confían en él y se gozan con una alegría gloriosa e indescriptible. (1 Pedro 1:8).
¡Una alegría gloriosa e indescriptible! Un gozo que no cede ante las circunstancias difíciles, los finales infelices, las oraciones sin respuesta. Es cierto que la gratitud es el camino más rápido al gozo, y el gozo glorioso e indescriptible se encuentra en Jesucristo, y solo en él. Ve allí cuando sientas la tentación de desanimarte. Al expresar gratitud por Jesús, conocerás este gozo que no se puede expresar. La gratitud es muy poderosa.