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¿Alguna vez acudiste a Dios en busca de ayuda en medio de un pánico sin fe? Ciertamente recuerdo haber hecho eso en momentos en los que estaba al límite de mis fuerzas y, más presa del pánico que de la fe, corrí a Dios en busca de ayuda.

Recientemente estuve comparando dos historias en Mateo 8. La primera es la historia del centurión que le pidió a Jesús que sanara a su siervo. Recuerda que el centurión insistió en que Jesús podía sanar a su siervo simplemente pronunciando una palabra; Ni siquiera necesitaba venir a su casa. El centurión tuvo fe para creer que Jesús tenía el poder de simplemente hablarle sanidad a su siervo que estaba a kilómetros de distancia. Cuando Jesús escuchó esto, dijo: “Nunca he encontrado a nadie con tanta fe en Israel”.

Verás, este centurión no era israelita, pero creía en Jesús. Y Jesús lo elogia por su fe y cura a su siervo como se lo pidió.

Poco tiempo después, los discípulos acuden a Jesús presos del pánico. Jesús estaba dormido en la barca, y rápidamente se levanta una tormenta que amenaza con volcar la barca y ahogar a todos. Vienen con mucho miedo y le ruegan a Jesús que haga algo si puede. Y Jesús les dice: “Hombres de poca fe. ¿Por qué tienes tanto miedo?

Curiosamente, el centurión fue elogiado por su fe y los discípulos fueron confrontados por su falta de fe. Ambos necesitaban ayuda. Ambos buscaron ayuda de Jesús. Jesús respondió a ambas peticiones. Pero una era una petición de fe y la otra era un grito de pánico sin fe.

El centurión esperaba que Jesús sanara a su siervo… a larga distancia. Los discípulos estaban asombrados de que Jesús pudiera calmar la tormenta. El centurión sólo conocía de lejos a Jesús por su reputación. Los discípulos habían pasado mucho tiempo con él. Sin embargo, el centurión mostró gran fe. Él vino con su necesidad, pero trajo expectativa junto con la necesidad. Los discípulos vinieron con su necesidad, pero pensaron que esta tormenta era demasiado para Jesús. Realmente no esperaban que él hiciera lo que hizo.

¿Qué tal tú y yo? Jesús nos invita a venir con nuestras necesidades, pero le encanta ver la fe junto con ellas. La próxima vez que estés en una situación de pánico y necesites la liberación de Jesús, ven con fe creyendo que Él te escuchará y responderá. Le encanta vernos venir a él por fe. Le agrada ver que tenemos fe en él. De hecho, sin fe es imposible complacerlo.