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A menudo he hablado sobre cómo desarrollar buenas habilidades para escuchar, porque son esenciales para nuestro éxito en todas las áreas de nuestras vidas …

Durante años he trabajado conscientemente para convertirme en un mejor oyente, porque no soy una buena oyente por naturaleza, ¡soy una habladora! Pero al poner en práctica algunas disciplinas simples, escucho mejor de lo que solía ser. Hay cosas sencillas que todos podemos hacer para ser mejores oyentes y, créeme, obtendrás maravillosos beneficios de ello. La gente ama a la gente que escucha.

Pero, ¿qué tal escuchar a Dios? ¿Alguna vez pensaste en lo que necesitas hacer para escuchar la voz de Dios? Si te sientes como, “Dios, no puedo escucharte”, tal vez sea porque no has aprendido a escuchar a Dios. En el Salmo 81: 13-14 leemos:

Oh, si mi pueblo me escuchara! ¡Oh, si Israel me siguiera y caminara por mis senderos! ¡Qué rápido sometería a sus adversarios!  ¡Qué pronto pondría mis manos sobre sus enemigos!

En el Salmo 85: 8, el salmista dice: “Escucharé lo que el Señor va a decir; pues va a hablar de paz a su pueblo, a los que le son fieles, para que no vuelvan a hacer locuras

Entonces, escuchar a Dios es, ante todo, una elección que hacemos. El salmista dijo: ” Escucharé lo que el Señor va a decir”. Dios no suele hablarnos hasta que tenemos oídos para escuchar. Pero, ¿cómo nos habla Dios?

Hebreos 1: 1-2: En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas.

2 Timoteo 3:16 – 17: Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien.

En su mayoría, Dios nos habla a través de la Palabra escrita. Eso significa que tenemos que hacer tiempo en nuestras vidas para leer la Palabra con el único propósito de escuchar a Dios hablarnos personalmente. A veces me encuentro leyendo la Biblia solo porque se supone que debo hacerlo. Eso no sirve de mucho. Pero si la lees con el único propósito de escuchar a Dios hablarte, Dios te hablará a través de su Palabra.