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Presentado por Lisa Bishop

Una vez leí una cita que decía: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está el poder de elegir nuestra respuesta. En esa respuesta radica nuestro crecimiento y nuestra libertad”.

Quizás te estés preguntando qué tiene que ver la paz con hacer una pausa. Bueno, déjame preguntarte esto. ¿Cuántas veces has regalado tu paz o la has roto por ser reactivo? Algo sucede o alguien dice algo que no te gusta o con lo que no estás de acuerdo, y respondes de una manera no tan tranquila y pacífica. Disparas una flecha o lanzas una granada con tus palabras. 

Veo mucho de esto en las plataformas de redes sociales. Es vergonzoso de verdad. Especialmente entre personas que dicen amar y seguir a Jesús. Qué terrible testimonio le damos al mundo cuando ni siquiera podemos llevarnos bien unos con otros. La unidad entre los creyentes es importante para Dios. Y eso no significa que siempre estaremos de acuerdo unos con otros en todo, pero sí significa que, en lugar de dejar que nuestros colmillos salgan en el fragor de los momentos, administremos nuestras palabras y acciones para producir el fruto espiritual de la paz.

“Por lo tanto, yo, prisionero por servir al Señor, les suplico que lleven una vida digna del llamado que han recibido de Dios, porque en verdad han sido llamados. Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz.” (Efesios 4:1-3). En su carta a los Efesios, Pablo está llamando a los creyentes a un nivel más alto cuando surgen desacuerdos.

Romanos 12:17-18 advierte: “Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos”

Haz todo lo posible. ¡Esto requerirá humildad y santa moderación! Pero la tienes en tu hermano creyente. Mejor aún, la tienes en ti que es más grande que tus rápidas palabras de represalia. Gálatas 5:16 nos recuerda esto: “Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa”.

Entonces, muérdete la lengua y entra en la presencia de Jesús. Practica la pausa y toma la decisión de aprovechar tu fuente de paz, el Espíritu Santo, quien te guiará a hablar en lenguas de ángeles, amor divino, y no en palabras destructivas como un gong ruidoso o un címbalo que retiñe. Podemos responder reflexiva y apasionadamente en desacuerdo sin ser odiosos. El mundo está observando cómo nos tratamos unos a otros. Muéstrales en quién crees, por la forma en que amas. Antes de que tus labios salten, practica una pausa sagrada.

Y de la misma boca de Jesús, Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos».“  (Juan 13:34-35).