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Está comprobado científicamente que la gratitud produce efectos muy positivos, creando una cultura de la gratitud que puede animar a los demás a ser también agradecidos. Así que, desarrollemos un músculo de la gratitud, implementando prácticas en tu vida que hagan que te concentres en todo lo que tienes que agradecer.

La Biblia estableció hace mucho tiempo nuestra necesidad de gratitud. ¿Recuerdas que en el Antiguo Testamento el pueblo de Israel daba ofrendas de acción de gracias? Curiosamente, la ofrenda de acción de gracias fue una ofrenda voluntaria (Levítico 22:19), lo que significa que incluso bajo la ley, Dios no requería que su pueblo fuera agradecido. Siempre anheló que las ofrendas de acción de gracias fueran la respuesta espontánea del corazón de su pueblo a su bondad.

¿Recuerdas la historia en la Biblia cuando Jesús sanó a diez leprosos? La lepra era una enfermedad horrible en ese día, y curarse de ella era casi insólito. Entonces, cuando Jesús sanó a estos diez leprosos, uno pensaría que estarían extremadamente agradecidos. Pero, ¿cuántos de esos diez leprosos volvieron a agradecer a Jesús? Esto es lo que Lucas nos dice:

Uno de ellos, cuando vio que estaba sano, volvió a Jesús, y exclamó: «¡Alaben a Dios!». Y cayó al suelo, a los pies de Jesús, y le agradeció por lo que había hecho. Ese hombre era samaritano. Jesús preguntó: «¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve?  ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?». (Lucas 17:15-18)

¿Cómo podrían los otros nueve ni siquiera molestarse en agradecer a Jesús por su liberación de la lepra? Pero luego me pregunto, ¿cuántas veces he dado por sentadas las bendiciones de Jesús y he fallado en darle gracias y alabanza por lo que ha hecho?

Este es mi desafío: piensa en una ocasión en la que el Señor haya hecho algo maravilloso por ti y, aunque le hayas dado las gracias antes, esta vez escribe tu acción de gracias en un papel. Ponlo en tu diario, escríbelo en tu portátil, lo que sea que funcione para ti. Pero lo importante es tomarse el tiempo y poner por escrito tus palabras de agradecimiento a Dios. Recuerda, la gratitud reconfigura tu cerebro, pero lo que es más importante, desarrolla tu músculo de la gratitud.