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(Presentado por Lisa Bishop)

Hace veinticinco años hubo una campaña de marketing llamada “¿Tienes leche?” ¿lo recuerdas? Puede que no tengas la edad suficiente para recordarlo, pero fue una campaña para que la gente bebiera más leche.

Verías fotos de celebridades con grandes sonrisas en sus rostros junto con un bigote de leche muy pronunciado que hacía obvio que habían estado tomando la bebida láctea blanca.

¿Tienes leche? La campaña mostró a los consumidores lo que podría pasar si alguna vez se les acabara la leche: todo, desde galletas hasta cereales, mantequilla de maní y sándwiches de mermelada, se arruinaría sin ella.

Cuando pienso en ese eslogan pegadizo y memorable (¡que recuerdo 25 años después!) me inclino a cambiarlo por “¿Tienes esperanza?”

Quedarse sin leche es una cosa: puede hacer que tu cereal se seque y se vuelva aburrido, pero no te quedes sin esperanza. La esperanza es tan necesaria para la vida como el aire que respiramos. Es lo que nos sostiene y nos mantiene vivos.

La esperanza nunca se agota porque Jesús es constante. Él nunca falla. Él es el mismo ayer, hoy y mañana. Pero si no somos cuidadosos, atentos e intencionales acerca de centrar nuestra esperanza en Jesús, se nos acabará.

Y solo quiero aclarar algo. Cuando tenemos esperanza no estamos diciendo que evitaremos el dolor, el sufrimiento y la pérdida en nuestras vidas. Cuando tenemos “esperanza” no significa que nunca nos decepcionaremos. La esperanza y la desilusión, la esperanza y el sufrimiento pueden coexistir. De hecho, para los seguidores de Jesús sí coexisten porque Jesús es nuestra esperanza y no ponemos la esperanza en nada más. Ni una vida libre de dolor ni un matrimonio perfecto.

Nuestra esperanza, Jesús, nos mantiene atravesando experiencias dolorosas y el temor de lo que nos depara el futuro.

La esperanza no es simplemente optimismo. Es seguridad: confianza, fe y fe en las promesas de Dios. En Juan 16:33 Jesús dijo: “En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. “Cuando te enfrentas a las preguntas, ¿Tienes esperanza? Responde con un rotundo ¡Sí! Tengo a Jesús y él es mi esperanza viva.

Cuando la gente te ve viviendo con esperanza, especialmente cuando la vida es caótica e impredecible (algo así como los últimos 2 años), señalamos a Jesús cuando respondemos con fe, con paz, con esperanza.