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(Presentado por Lisa Bishop)

En el libro de Filipenses, el Apóstol Pablo nos recuerda que no pongamos la confianza en la carne, sino que pongamos nuestra confianza en el Señor. “Confiamos en lo que Cristo Jesús hizo por nosotros. No depositamos ninguna confianza en esfuerzos humanos aunque, si alguien pudiera confiar en sus propios esfuerzos, ese sería yo. De hecho, si otros tienen razones para confiar en sus propios esfuerzos, ¡yo las tengo aún más!: (Filipenses 3:3b-4).

Y luego, en los versículos 5-6, comienza una larga lista de razones por las que su carne fomenta la confianza: “Fui circuncidado cuando tenía ocho días de vida. Soy un ciudadano de Israel de pura cepa y miembro de la tribu de Benjamín, ¡un verdadero hebreo como no ha habido otro! Fui miembro de los fariseos, quienes exigen la obediencia más estricta a la ley judía. Era tan fanático que perseguía con crueldad a la iglesia, y en cuanto a la justicia, obedecía la ley al pie de la letra. (Filipenses 3:5-6).

En sus días antes de seguir a Jesús, puedo ver a Pablo golpeando su pecho con orgullo al leer esta lista, pero ahora que su lealtad es a Jesús y está viviendo su vida para Dios, su postura es diferente.

Incluso con su propio pedigrí impresionante, Pablo nos advierte que pongamos nuestra confianza en el Señor y no en nuestros logros, en nuestras propias habilidades.

Podemos encontrarnos tan fácilmente alardeando y ostentando de nuestros logros que podemos volvernos arrogantes y orgullosos. Proverbios 16:18 nos señala acerca de la confianza fuera de lugar cuando dice: “El orgullo va delante de la destrucción, y la arrogancia antes de la caída.”. Ahora, ¿significa esto que no podemos confiar en nuestras habilidades? No, pero sí nos recuerda que nuestra máxima confianza no está en nosotros mismos sino en Jesús mismo.

Por otro lado, tal vez no seas arrogante, orgulloso y jactancioso. Tal vez te subestimas y retrocedes porque crees que no eres suficiente o que eres inadecuado. Eso también es poner confianza en tu carne porque no estás confiando en quién Jesús dice que eres y tu identidad en él. Pensar menos en ti mismo no es el antídoto contra el orgullo. Poner tu confianza en Jesús es el premio final.

La confianza en la carne puede ir en ambos sentidos. Jactándonos o escondiéndonos cuando nuestra confianza está fuera de lugar. ¿De qué o de quién depende tu confianza? Pídele a Dios que te revele las áreas en las que te estás jactando en tu carne y no en él.