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Estoy examinando cómo podemos mejorar nuestra capacidad de conectarnos con los demás. Te desafié a que te veas como el anfitrión o anfitriona, el que es responsable de hacer que los demás se sientan cómodos, el que toma la iniciativa para satisfacer sus necesidades y ayudar en todo lo posible. Para algunos de ustedes, eso significa salir de su zona de confort, estoy segura, pero es una manera de mostrar amor y preocupación por las personas que los rodean, que es nuestro llamado como creyentes en Cristo.

Otra habilidad de conexión importante es considerar a todos importantes y tomarte el tiempo para aprender sus nombres y llamarlos de esa manera. En tus trabajos y en tu vida conocerás a mucha gente. Recuerda que todos son importantes para Dios y, por lo tanto, también deberían serlo para ti. No pases por alto a las personas. Merecen tu atención y cuidado, incluso si lo único que puedes hacer es sonreír y saludar.

A menudo las personas en trabajos de servicios usan escarapelas con sus nombres: camareros, personal de limpieza, porteros. Practica leer sus escarapelas y luego llamar a las personas por su nombre. Y si no tienen algo que los identifique, tómate el tiempo para preguntar: “¿Cómo te llamas?” En un mundo que suele ser frío e indiferente, algo tan simple como llamar a una persona por su nombre puede aportar calidez y un toque de amor a esa relación, por breve que sea.

Hace algunos años, comenzamos a distribuir escarapelas magnéticas con nombres, a todos los miembros y asistentes a nuestra iglesia. Qué diferencia ha hecho eso al ayudarnos a conectarnos con otros en la iglesia. Personas que he visto durante años y ahora puedo conectarme con su nombre. Es realmente sorprendente ver cuánto mejor nos conectamos entre nosotros, simplemente gracias a esas etiquetas con nombres: podemos llamarnos unos a otros por nuestro nombre.

Si decides tener la mentalidad de que tú eres el anfitrión o la anfitriona, y tu trabajo es encontrar puntos en común con los demás y hacerlos sentir a gusto, descubrirás que hablas menos sobre ti mismo y te concentras más en los demás. Pablo escribió a los filipenses que deberíamos considerar a los demás más importantes que nosotros mismos (Filipenses 2:3). ¿Cómo haces eso? Bueno, tienes que ser muy intencional al respecto y orar para que Dios te dé tanto el deseo como el poder, para hacerlo.

No siempre será fácil. Descubrirás que con algunas personas tienes muy poco en común, pero en lugar de rendirte, busca algo que pueda iniciar una conversación y ayudarte a conectar.