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Presentado por Lisa Bishop

Estoy examinando 5 hábitos de un líder extraordinario. Y hoy hablaremos del tercer hábito: ser un oyente empático.

¿Cómo practicamos la escucha empática? Cuando escuchas con empatía, significa que estás escuchando atenta y profundamente a otra persona con la determinación de comprenderla y no con el objetivo de responder.

Piensa en la última conversación que tuviste en el trabajo o en casa con tu cónyuge o con tu hijo adolescente. ¿Estabas concentrado en escucharlos de una manera que ellos se sintieran escuchados o tu mente se aceleraba con una respuesta, tus labios estaban preparados para dar consejos o dejar escapar tu punto de vista? Si somos honestos, gran parte de nuestra comunicación la dedicamos a tratar de expresar nuestros pensamientos y hacer que los demás nos escuchen. Podemos estar tan comprometidos con nuestra forma de pensar que hacemos suposiciones sobre lo que otra persona quiere decir antes de terminar de comunicarse. La escucha empática cambia el guion.

Proverbios 20:5 instruye, El propósito humano es como aguas profundas;  el que es inteligente lo descubrirá.

Cuando escuchas para comprender, no sólo aumentas las posibilidades de que la persona se sienta escuchada, sino que también existe una probabilidad muy alta de que saques a relucir el verdadero problema (especialmente en conversaciones en las que las emociones son intensas). La próxima vez que alguien acuda a ti con un problema, frustración, preocupación o queja, resiste la tentación de juzgar, solucionar o dar consejos. En su lugar, emplea una escucha empática. Hazles saber que los escuchas parafraseando sus palabras y reflejando la emoción que sientes que expresan. Por ejemplo, imagina que tu compañero de trabajo llega a tu oficina preso del pánico y dice: “Estoy completamente abrumado y frustrado con este trabajo. Simplemente no creo que pueda hacerlo más”.

Ahora tu instinto puede ser comenzar a compadecerse o dar tu opinión o consejo, y si bien puede haber un momento y lugar adecuados para eso, primero intenta responder de una manera que tu compañero de trabajo sienta que estás oyendo y escuchando lo que dijo. Podrías decir algo como: “Parece que te sientes desanimado en el trabajo”. O “He oído que estás frustrado”. Y luego simplemente detente y deja que la persona responda. No tengas miedo del silencio. Cuando escuchas de esta manera, se crea un espacio para que la persona siga hablando y para que tú obtengas una mayor comprensión. Si no estás acostumbrado a escuchar de esta manera, puede resultarle incómodo al principio, pero inténtalo en el lugar de trabajo o en casa. Ve lo que sucede cuando presionas una pausa para corregir y aconsejar y en cambio escuchas con la intención de comprender verdaderamente.