Play

Quiero compartir contigo cinco declaraciones sabias. Cada una de estas son cosas que he escuchado o leído y se quedaron conmigo. Me hacen pensar sobre mis prioridades y mi gestión del tiempo y refuerzan algunas disciplinas que necesito en mi vida, así que pensé que también podrían ser útiles para ti.

Escuché a un predicador decir esto recientemente: Mata la complacencia o te matará a ti. Corto y conciso, pero tan cierto. La complacencia puede ser una asesina. La complacencia no es pereza, aunque si eres complaciente, podría hacerte perezoso. Pero más bien una persona complaciente es una persona satisfecha de sí misma. Cuando eres complaciente, puedes ser bastante presumido y poco crítico contigo mismo.

El apóstol Pablo escribió al joven Timoteo:

Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor ni timidez sino de poder, amor y dominio propio. (2 Timoteo 1:6-7).

La razón a la que se refirió Pablo fue la herencia de Timoteo. Su madre y su abuela habían fomentado la fe de Timoteo debido a su fe sincera, y ahora Pablo lo estaba guiando y aconsejando. Y le recuerda a Timoteo que no sea complaciente. Señala que Dios le había dado un don, pero que era su trabajo avivar ese don hasta convertirlo en una llama.

Hace años, escribí este pasaje en mi diario de oración y comencé a orar para que Dios me mostrara cómo avivar la llama del don de Dios en mí. No estar satisfecha con solo estar bien; para no conformarme con salir adelante. Sino negarme a ser complaciente y contenta donde estaba en mi crecimiento espiritual.

Si has nacido de nuevo, se te ha dado el Espíritu de Dios que mora en ti, y ese Espíritu te da poder, amor y autodisciplina. La autodisciplina es un fruto del Espíritu y cuando eres autodisciplinado, no serás complaciente.

Entonces, mi primer pensamiento sabio es: mata la complacencia o ella te matará a ti. Matará tu autodisciplina, tu amor por Dios y por los demás y matará el poder de Dios en ti. Más bien, aviva la llama del don de Dios en ti, sea cual sea. Mejora todo el tiempo. Mata la complacencia o ella te matará a ti.