Podcast (podcast-spanish): Play in new window | Download (Duration: 3:11 — 7.3MB)
Comparto algunas reflexiones del folleto de Tim Keller, “La libertad del olvido de uno mismo”.
Tim escribe: “Si alguien tiene un problema de baja autoestima, en nuestro mundo moderno parecemos tener solo una manera de lidiar con ello. Es remediarlo con una autoestima alta. Le decimos a la persona que necesita ver que es una gran persona, que necesita ver lo maravillosa que es”.
¿Te gusta que te digan cosas así? A mí sí, ¿a quién no? Pero adivina qué: No importa cuántas veces te digan que eres una gran persona, eso no cambia quién eres, ¿verdad? La única manera en que tú y yo podemos transformarnos verdaderamente en personas valiosas es cuando permitimos que Dios lo haga en nosotros. Y eso sucede cuando nacemos en la familia de Dios por la fe en Jesucristo, y entonces el Espíritu Santo mora en nosotros y comienza a transformarnos a la semejanza de Jesucristo, con una gloria cada vez mayor, como leemos en 2 Corintios 3:18.
Una prueba clara de que ya no estás atrapado en esta falsa creencia sobre la necesidad de una alta autoestima es que realmente te olvidas de ti mismo. No eres la primera persona en la que piensas por la mañana, ¡al menos no todas las mañanas! No te comparas con los demás ni te sientes superior o inferior, porque simplemente no piensas en compararte con los demás. Eso sucede cuando aprendes a estar contento con quien eres, con cómo Dios te creó y con los dones que te ha dado.
Como escribe Tim: «Fortalecer nuestra autoestima viviendo a la altura de nuestros propios estándares o de los de los demás parece una gran solución. Pero no funciona. No puede funcionar». Si te estás perdiendo la libertad que te corresponde por derecho como hijo o hija de Dios mediante la fe en Jesucristo, si estás atrapado en la búsqueda de una buena autoestima, te invito a encontrar la verdadera libertad aprendiendo lo que significa vivir en la alegría del olvido de uno mismo. Esto no significa degradarte ni negar tus dones. Más bien, se trata de llegar a un punto en el que no siempre te atormenta intentar ser lo que otros quieren que seas ni tratar de quedar bien. Simplemente no te preocupa mucho lo que piensen los demás de ti, porque simplemente no piensas tanto en ti mismo.